Javier Fumero

No tengo claro lo del Pasaporte Covid

Pasaporte Covid. Recreación proporcionada por la UE
Pasaporte Covid. Recreación proporcionada por la UE

No me quiero repetir, pero insisto: estoy a favor de la vacunación masiva de la población. Si queremos erradicar este virus no hay mejor forma que dejarlo sin capacidad de contagio. Y eso pasa por la inmunización. Un vacunado puede contagiar, sí, pero mucho menos que el resto. Y, sobre todo, hospedará un virus mitigado que, gracias a esas dosis, en un altísimo tanto por ciento no podrá matar.

Pero un “no vacunado” es un peligro no sólo para sí mismo, que también, sino para la comunidad. Porque para acabar con la pandemia hay que dejar al bicho sin opciones de poder encontrar acomodo en ningún ser humano. Hay que matarlo por asfixia, por imposibilidad de saltar de ciudadano en ciudadano. Por eso es importante la inmunidad de rebaño.

Dicho esto, cuando se habla de obligar a vacunarse a quienes rechazan ser inyectados o se propone la implantación obligatoria del Pasaporte Covid para trabajar, para moverse por las ciudades o para tener derecho a determinados servicios me entran serias dudas. Me pone nervioso –no es la primera vez que lo digo- que el Estado se exceda en su afán por controlar la sociedad limitando las capacidades de los ciudadanos. Eso debe hacerse poco, por consenso y de forma muy limitada. Porque es muy grave.

Además, contamos con un precedente nefasto: la justicia ha declarado que, aprovechando una situación excepcional como fue la pandemia, el Gobierno español vulneró la Carta Magna al limitar la circulación de personas y vehículos en espacios y vías públicas de nuestro país como fijaron los estados de alarma que aprobó el Ejecutivo. El Ministerio de Sanidad también se excedió al modificar y ampliar las medidas de contención en la actividad comercial.

Es cosa seria. Llueve sobre mojado.

Se puede entender que un empresario diga: el trabajador de mi compañía que no esté vacunado no puede entrar en la sede, porque pone en peligro al resto. Sin embargo, teniendo en cuenta que los vacunados también pueden contagiarse y contagiar (aunque en muchísima menor probabilidad) esta directriz podría ser calificada de injusta. Porque se puede dar la paradoja de que una persona infectada por Covid-19 pero con la vacuna puesta esté habilitada para ir al trabajo, acceder a un bar, a un restaurante o subirse a un avión y que un no vacunado sin infección quede imposibilitado para hacerlo. No parece muy lógico.

La libertad de cada individuo debe compaginarse con el orden social, la convivencia respetuosa de todos los ciudadanos, la armónica coordinación de legítimos deseos, ideologías y convicciones contrapuestas. Hay que tener mucho mimo en la gestión de las libertades.

Y el Tribunal Supremo dejó claro el pasado mes de septiembre que implantar el Pasaporte Covid como obligatorio es una medida extraordinaria que debe ser “necesaria, idónea y proporcionada”, como sucede con cualquier disposición que afecte a derechos de los ciudadanos. Esa necesidad, idoneidad y proporción ha de ser acreditada, no se presupone. Exige una motivación razonada por parte de la autoridad sanitaria que pretende implantar la medida.

Más en twitter: @javierfumero

 
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