Comprendan a sus señorías: tienen que aprender
El otro día un buen amigo se desahogó y me lanzó una pregunta: “¿Cómo es posible que estos políticos nuestros no logren ponerse de acuerdo y nos vuelvan a llevar a las urnas?”. Yo tengo mi opinión al respecto: sus señorías están en pleno proceso de aprendizaje.
Acabamos de salir de ese mundo feliz en el que vivían llamado bipartidismo y ahora todo les resulta nuevo. Esto ya no va de imponer mi criterio en la mayoría de las ocasiones, de recurrir a un par de trucos malabares y lograr mis pretensiones, más pronto que tarde. Ahora hay que bajar a la arena, arremangarse, negociar mucho y ceder otro tanto para después ganar un poco (no por goleada, eso es cosa del pasado).
Esto nos cuesta horrores aquí. En Italia (como dije el otro día) saben muchísimo de esto. Los transalpinos son expertos en sentarse a parlamentar, en evitar los rozamientos, lograr centrarse en lo que suma (y no tanto en lo que resta) y llegar a consensos entre distintos. Lo llevan en la sangre.
Aquí nos falta mucho rodaje en esta materia. Se nos hincha la vena con facilidad. Nos gusta marcar líneas rojas que, bien pensado, podrían no ser tan intocables. Ceder en un punto para alcanzar otro objetivo es considerado demasiadas veces como una rendición. Eso es miopía en una negociación.
Los colores preferidos en nuestra piel de toro son el blanco y el negro. Hay una ceguera profunda hacia la gran gama de grises que abundan mayoritariamente en nuestra vida. O conmigo o contra mí. Terquedad y tozudez. Antes muerta que sencilla.
Si se fijan bien coincidirán conmigo en que estos ticks son bastante empobrecedores. Reflejan un modo de ser cortoplacista, ruin, torpe, limitado, codicioso, mezquino.
Lo que quiero decir (y termino) es que este cambio que exigen los nuevos tiempos de la política nos puede venir muy bien. Saldrán a flote, casi por necesidad, personalidades a la altura de las circunstancias.
Será bonito verlo pero llevará un tiempo.
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