La comunicación del Gobierno: desastrosa, insuficiente y torpe

Comparecencia de Pedro Sánchez tras la reunión telemática con los presidentes autonómicos La Moncloa, Madrid, domingo 12 de abril de 2020 (Foto: pool Moncloa)

Me preguntaba el otro día un lector mi opinión sobre la gestión que está haciendo el Gobierno de la comunicación durante esta terrible pandemia. Y mi respuesta fue contundente: desastrosa, insuficiente y torpe. He decidido poner por escrito las ideas que me llevan a esta conclusión y explicarlo porque al inicio de la crisis afirmé que Iván Redondo lo estaba haciendo bien en este campo.

No he cambiado de opinión. Sigo pensando que Pedro Sánchez y Redondo arrancaron bien la respuesta a la pandemia en términos de comunicación. Se designó a un técnico para el difícil cometido de portavoz, se llenó de información y datos el espacio público, se ofrecían comparecencias diarias y se respondía a las preguntas de los periodistas.

Insisto: en términos de comunicación eso es lo que se debía hacer en aquel momento. Sin embargo, a mi modo de ver, en este mes y medio que ha transcurrido desde entonces, hemos pasado a otro escenario. Siempre hablando –insisto- en clave de gestión de la comunicación.

En este tiempo Pedro Sánchez e Iván Redondo han cometido fallos clamorosos, algunos difícilmente admisibles. La gestión informativa de la crisis por parte de Moncloa ha fallado en aspectos esenciales. Hago un breve elenco para no extenderme mucho:

1. El Gobierno ha perdido credibilidad. En una crisis como la que nos ocupa, el portavoz no puede ofrecer datos imprecisos (sobre el número de muertos, por ejemplo), ni información contradictoria (sobre el uso de las mascarillas, sobre el final del confinamiento…), ni adoptar repentinos cambios de criterio sin explicación (como en el caso de la renta mínima: sí, no, sí, no…). Falta consistencia, falta transparencia.

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2. El líder se esconde tras unas homilías infumables. Pedro Sánchez ha cometido en estas semanas dos errores: a) no liderar en más ocasiones la portavocía de la crisis; y b) recurrir a intervenciones interminables, pretenciosas, poco técnicas y sentimentaloides. Craso error.

Es la antítesis, por ejemplo, de Andrew Cuomo, el líder mejor valorado mundialmente en este aspecto. El gobernador de Nueva York tiene que lidiar con lo peor de la pandemia en Estados Unidos y gana popularidad a chorros con sus intervenciones diarias, concisas y técnicas.

3. Los periodistas no han podido preguntar de forma directa. Esto es muy grave porque tras la adopción de un sistema de preguntas seleccionadas por Moncloa, se ha extendido la idea de que el Gobierno ha intentado evitar dar cuenta de su gestión. Al final, se ha rectificado: no podía ser de otra manera. Pero ha quedado la sensación de que se pretendía escurrir el bulto. Esto en una crisis de comunicación es mortal de necesidad.

4. Otras relevantes pifias colaterales. El Ejecutivo no está cuidando la coordinación y eso le está abriendo otros graves frentes de batalla. Por eso, en la opinión pública va calando la idea de un gobierno inepto, caótico y torpe. Ejemplos: las autonomías no le pasan datos sobre fallecidos en residencias; el líder de la oposición se entera por la tele de la cita clave para un acuerdo transversal; asume la compra global de material sanitario pero termina desistiendo por su propia ineficiencia; Educación anuncia un aprobado general sin consenso y tres regiones se le plantan; Tezanos lanza un CIS que coquetea con la idea de limitar la libertad de expresión; TVE cuela en una clase para niños una parodia que ridiculiza al ex presidente Rajoy…

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