Javier Fumero

No se crean nada: lo de los Presupuestos ha sido un paripé

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firman el acuerdo de presupuestos, la pasada legislatura.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firman el acuerdo de presupuestos.

Les voy a demostrar, con un ejemplo gráfico, lo poco inteligente que resulta hoy vivir de forma excesivamente intensa la actualidad política española. Van a comprobar ustedes mismos, con hechos, cómo en muchos casos asistimos a un paripé, a un teatrillo, a un obsceno conchabeo de aquellos que dirigen los destinos de este país.

El pasado día 10 de octubre, hace cuatro semanas, este confidencial publicó la siguiente información: “Sorpresa. A Pedro Sánchez le interesa ahora prorrogar los Presupuestos”. En la noticia se contaba con detalle la estrategia que iba a seguir el Partido Socialista.

Evidentemente, se iba a intentar sacar adelante unas nuevas cuentas públicas. Faltaría más. Si por un conjunción astral, casi de tipo mágico, se lograban reunir los apoyos necesarios, sería miel sobre hojuelas. La legislatura estaría asegurada por dos años: uno con nuevos PGE y la siguiente con una prórroga de esas cuentas. Pero internamente reconocían que esta estrategia estaba condenada al fracaso y existía un plan B bien diseñado: amagar, esperar y prorrogar.

1. Amagar con una negociación potente. Hacer ruido con grandilocuentes acuerdos de gasto e inversión. Todo para lucir tipito gubernamental, para pillar cámara y minutos de telediario, para demostrar que es una administración con capacidad y músculo, en condiciones de llegar a pactos de estado, por ejemplo con Podemos.  

2. Segundo paso: esperar lo inevitable. Los partidos catalanes no iban a dar su apoyo a los Presupuestos si los políticos presos no salían de la cárcel, si la Justicia no cometía un atropello y los dejaba en la calle. De ahí no se iban a mover. Lo sabían hasta los bedeles de Moncloa. Nadie se llevaba a engaño porque había un tercer paso previsto.

3. Prorrogar. En ese preciso momento, entraba en juego el tercer escenario. Pedro Sánchez aparecería ante el mundo, ante Bruselas, ante la ciudadanía española como ese dirigente que ha sido obligado a prorrogar las cuentas, el pobre. Nadie podrá decir que no lo haya intentado.

Y, oh casualidad, no hará ni caso de los abundantes gastos que proponía su socio Podemos (salario mínimo de 900 euros incluido). Y, oh casualidad dos, cumplirá con el objetivo de déficit que exige Bruselas.

¿Entienden lo que ha pasado? Nada era cierto. Han estado un mes jugando a los fuegos artificiales, montando un paripé. Era un bla, bla, bla vacío, pura espuma. Ruido.

Pero la idea que subyace es tremenda y el mensaje que se envía a la ciudadanía, sobrecogedor. Pedro Sánchez actúa ahora forzado. Él lo ha intentado todo, qué le vamos a hacer. No podrá ser un socialista fetén –un progresista cabal, con unas cuentas públicas orientadas a los más desfavorecidos- porque no le dejan: la culpa es de otros.

Lo de dimitir y convocar elecciones para no prostituirse no se contempla. Mejor seguir en La Moncloa gracias a unos Presupuestos horrendos, diseñados por la derechona corrupta y vil, que ser coherente, honesto e íntegro.

 

Pobre Pedro Sánchez. Lo que tiene que sufrir.

Más en twitter: @javierfumero

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