Javier Fumero

Soy creyente, pero sáqueme las manos de encima

Ser creyente en España se está convirtiendo en una profesión de riesgo. El acoso de quienes no piensan igual comienza a resultar asfixiante.

Lo más curioso del caso es que esta campaña provenga de quienes llevan años denunciando persecución e intolerancia hacia los ateos. ¿Quiénes son ahora los intolerantes?

Fíjense en estos tres casos recientes:

1. Ataque con cócteles molotov a una capilla universitaria. Un grupo de radicales asaltó la semana pasada la capilla de la Universidad Autónoma de Madrid, provocando un pequeño incendio en el interior. Alguien reventó tres vidrieras del templo y lanzó objetos incendiarios. En el exterior, los autores dejaron una pintada: “La iglesia k ilumina es la k arde”.

2. Brutal agresión a una monja. Una religiosa de la Congregación de las Esclavas de la Inmaculada Niña de Granada fue agredida el pasado jueves por un desconocido. La abordó en plena calle y le rompió la nariz de un puñetazo, mientras gritaba “por monja”.

3. El PSOE se plantea denunciar el Concordato con la Santa Sede. El secretario de Justicia, Libertades y Nuevos Derechos del PSOE, Andrés Perelló, acaba de asegurar que el Partido Socialistas va a denunciar el Concordato del Estado del Estado español con la Santa Sede. Explica que “está obsoleto y no tiene parangón en ningún estado europeo”. Y remata: “hay que empezar a poner las cosas en su sitio”.

¿Estamos educando realmente en tolerar al discrepante? ¿Es esto progreso? ¿Vamos hacia una sociedad más justa y plural? No lo creo.

España es un estado aconfesional, es decir, sin una religión oficial. Y a mí me parece muy bien. Pero sigue declarándose mayoritariamente católica. ¿Se tiene esto en cuenta? ¿O se quiere imponer otra cosa por la fuerza?

El recurso a los incendios, el puñetazo y el acoso no parece una estrategia muy civilizada.

 

Más en twitter: @javierfumero

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