Javier Fumero

Por qué les cuesta tanto dimitir

La campaña de vacunación se está desarrollando con cierta polémica, por los criterios de prioridad aplicados en algunas regiones
La campaña de vacunación se está desarrollando con cierta polémica, por los criterios de prioridad aplicados en algunas regiones

El sainete del consejero murciano que terminó ‘dimitido’ este miércoles, tras confirmarse que tanto él como su mujer y otros 400 empleados de la consejería fueron vacunados contra el Covid-19, nos trae de nuevo a primer plano la fobia de nuestros políticos hacia la dimisión.

Manuel Villegas puede ser un excelente cardiólogo, un gestor sanitario comprometido, hábil y tenaz, pero se equivocó. Primero (y más importante), al no rodearse de asesores con buen criterio que le advirtieran del gravísimo error que cometía si priorizaba su vacunación al resto de la población. Es una cuestión de máxima sensibilidad en estos momentos.

Todos los españoles están pendientes de cuándo le toca inocularse una dosis que le inmunice contra este bicho que mata, contagia e impide trabajar, salir de casa, viajar, encontrarse con familiares y amigos... Y la estrategia de vacunación, pactada con las regiones, es muy clara: establece un grupo prioritario inicial integrado por “las residencias de ancianos y sus profesionales, los sanitarios de primera línea, otros profesionales sanitarios y grandes dependientes”.

Todavía se está completando el trabajo con las dos primeras categorías y no se ha llegado a “otros profesionales sanitarios” donde, al ser médico, Villegas podía entrar. En cualquier caso, esto no se hace. Saltarse esta cola no es de recibo. También por ejemplaridad.

El presidente de Murcia, Fernando López Miras, ha asegurado que la actuación del consejero “ha sido intachable”. Menuda sandez. Este es otro error que se suma a los dos anteriores (vacunarse y no quererse ir). Pero ¿por qué les cuesta tanto admitir que se han equivocado? ¿Por qué les cuesta tanto dimitir? ¿Qué extraño mecanismo ciega de este modo la mirada hacia los propios fallos e impide entender que uno debe hacer mutis por el foro?

De fondo se vislumbran cuestiones de gran calado. Yo voy a citar tres:

a) Falta conciencia de servicio público. Si los profesionales de la cosa pública tuvieran más interiorizado que están para servir a los ciudadanos como ellos deben ser servidos, no tendrían tanto apego al cargo. Uno pone sus talentos al servicio de la comunidad y si no estoy a la altura, me echo a un lado. Sin mayor problema. Que pase el siguiente porque lo importante es que la sociedad se sienta bien servida.

b) Apego al poder. Ejercer una autoridad parece ser un fenómeno arrollador. Quienes han cumplido ese cometido aseguran que funciona como un imán: se convierte en un intenso polo de atracción. Encandila, arrebata, atrapa. No hay poder, dicen, como la potestad de manejar el Boletín Oficial del Estado. Imagino que será parecido, a otra escala, en autonomías y municipios. Lo cierto es que las sillas de esos despachos parecen tener pegamento.

c) Miedo al estigma del fracaso. Este factor también parece estar detrás de muchas resistencias a abandonar un puesto de responsabilidad: admitir que somos falibles. Cuesta aceptar que no hacemos todo bien, que nos equivocamos. Algo que no parece muy sensato. Al contrario, s torpe, inútil y contraproducente porque es innegable que la condición humana lleva aparejada la falibilidad. Es así. No pasa nada. Hay que asumirlo. Lo importante es reaccionar bien al fallo. Y admitirlo es uno de los remedios: supone el primer paso para empezar a salir del error.

 

Más en twitter: @javierfumero

Portada
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato