Javier Fumero

La depre de Manuela Carmena

La alcaldesa de Madrid se ha sincerado. Si pudiera rebobinar a febrero pasado –ha dicho-, “mantendría mi ‘no’ inicial a presentarme como alcaldesa”.

Efectivamente, Manuela Carmena le había dicho que ‘no’ a Pablo Iglesias. No se veía encabezando una candidatura por la capital y desechó la idea cuando se la propusieron. Pero semanas después de rechazar la oferta, cambió de opinión y aceptó liderar la lista de Ahora Madrid impulsada por Podemos. De eso se arrepiente ahora.

Carmena ha admitido ante la periodista Maruja Torres que ahora no es feliz. Se siente “desbordada” por la situación y la atención mediática. “Te haces un poco de todos y eres menos dueña de ti, y los demás lo son un poco”. Y añade: “Me puede. Todo esto es absolutamente excesivo. Me desborda. No soy feliz ahora, y eso no es bueno”.

Es curioso. La depre de la alcaldesa es algo que se viene repitiendo entre quienes irrumpieron por sorpresa en el panorama político nacional con tantas ganas como inexperiencia. Hablo concretamente de Pablo Iglesias.

El líder de Podemos ha pasado por un trance muy parecido. Hará cosa de un año también confesó a sus más íntimos que no podía más, que estaba sobrepasado. Había pasado de ser un simple profesor universitario a personaje de moda. Y no lo estaba digiriendo muy bien.

Su agenda comenzó a ser ingobernable. Madrid, Bruselas, Estrasburgo, actos públicos, la sede de Podemos, círculos, alguna entrevista… Su día a día era frenético. Desde que fue elegido eurodiputado empezó a llevar escolta, su casa está vigilada, le paraban por la calle, apenas tenía tiempo para sí mismo y para hacer lo que antes hacía con los suyos, para descansar

A todo esto, hubo que sumar los roces con Iñigo Errejón, el portazo de Juan Carlos Monedero y el distanciamiento con Tania Sánchez. Tres golpes muy duros, a nivel personal, que lo dejaron bastante tocado. Ahora hay que incluir en la larga lista de cargas pesadas dentro de la mochila del líder esos brotes de rebelión interna en varios círculos regionales por las listas al Congreso y al Senado.

Nadie dijo que esto fuera fácil. Pero por eso mismo, Pablo Iglesias y Manuela Carmena deberían reconocerles ya a los chicos de la casta –esos que llevan años partiéndose la cara en la primera línea política- capacidad de aguante y cierto nivel de sacrificio.

Ahora que han vivido en sus carnes lo que supone, parece justo, ¿no?

 

Más en twitter: @javierfumero

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