Javier Fumero

Dónde se ha escondido Irene Montero

La ministra de Igualdad, Irene Montero.
La ministra de Igualdad, Irene Montero.

Es curioso comprobar cómo, de vez en cuando, se producen fenómenos como este. Un personaje público, de buenas a primeras, va y desaparece. Se pega semanas o meses en la palestra, en primera plana, protagonizando actos o lanzando mensajes, y de repente, se esfuma. Ni rastro. De cien a cero en décimas de segundo.

He mencionado en el último año algunos casos llamativos, como el de Susana Díaz y el de Pepu Hernández. Personajes públicos con representatividad, con actividad política, que sin embargo desaparecen del mapa mediático.

Hoy me detengo en otro caso llamativo: la ministra Irene Montero. Después de una intensa actividad pública, con intervenciones constantes, vídeos super guays por parte de su equipo ministerial, cientos de reivindicaciones y ruedas de prensa… ha desaparecido.

En este caso puede haber una explicación a lo sucedido: la dura oposición, precisamente desde ámbitos del feminismo, a su Ley Trans. La presentó como el proyecto estrella del Ministerio de Igualdad, un documento revolucionario y emblemático para Unidas Podemos y principal objetivo de legislatura. Pero la propuesta ha concitado durísimas críticas de hasta 40 colectivos feministas y activistas LGTBI.

Montero propone “despatologizar las identidades trans”, es decir, instaurar la “autodeterminación de género de las personas que manifiesten una identidad de género no coincidente con el sexo asignado en el momento del nacimiento”. Es decir, cada persona podrá determinar si es hombre o mujer atendiendo a su particular sentir.

Bastará con que alguien manifieste que su identidad de género no se corresponde con el sexo que se le asignó al nacer para cambiar de sexo en el DNI, por ejemplo. La denominada “autodeterminación de género” permitirá la “declaración de la propia identidad sentida”.

Pero esta propuesta presenta enormes problemas. Por lo pronto, la propia transexualidad que se defiende va a entrar en crisis. Nadie podrá asumir una personalidad distinta al sexo que le corresponde biológicamente porque eso habrá dejado de ser relevante. Ya no tendrá sentido pasar de ningún lado a otro, toda persona será hombre o mujer “según lo que declare sentir profunda y verdaderamente. En el preciso instante de declararlo tendrá un cuerpo biológico de hombre o mujer”.

Hay una segunda consecuencia grave: se acabó el uso de fondos públicos para cambios de sexo. Nadie podrá justificar ahora el uso de dinero de todos los contribuyentes para cambiar algo que no aporta nada relevante. Sería como financiar un capricho. Se acabaron, por tanto, los tratamientos médicos para bloqueadores de pubertad, hormonas y hasta cirugía para cambios de sexo.

En caso contrario, habrá que empezar a financiar el bótox para retoques estéticos y los implantes de pelo, que ahora quedan excluidos de la sanidad pública porque se consideran antojos.

 

El lío que se ha armado es tan gordo que Irene Montero rompió a llorar hace unas semanas en público, cuando hablaba como ministra de Igualdad sobre la violencia machista el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Fuentes de su entorno aseguraron entonces que se había quebrado por las presiones tan grandes que está recibiendo y las críticas tan duras que le han dedicado desde los colectivos citados más arriba.

Más en twitter: @javierfumero

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