Javier Fumero

El calentón de Vox

Santiago Abascal con un sofá, tipo chester, en la sede de Vox.
Santiago Abascal con su nuevo sofá, tipo chester, en la sede de Vox.

Ya está. La encuesta definitiva, el sondeo final que suponen las urnas, está delante de nuestras narices. Los españoles han vuelto a hablar, libremente, de forma democrática, ejerciendo su derecho a decidir quién quiere que dirija sus destinos y hay varias conclusiones claras.

La primera y más importante es que se acabaron los gobiernos monocolor. Se acabó que un partido dirija las riendas en solitario. A corto y medio plazo será preciso pactar y tejer acuerdos de gobierno, que permitan un ejecutivo estable que avance en la modernización de España.

El segundo dato más relevante es la victoria sin paliativos de Pedro Sánchez. Indiscutible ganador. Habrá cuatro años más de gobierno socialista, con un Gobierno donde van a entrar –atención- varios ministros de Podemos. Victoria de Iván Redondo que ha clavado sus análisis y propuestas, incluido el adelanto electoral.

La tercera clave importante es la debacle del PP. Una caída de unas proporciones que no pronosticaba ninguna encuesta. Ninguna. Tal es la caída que va a ser difícil que no salgan los fantasmas del armario a intentar cobrarse alguna pieza. Pablo Casado haría bien en empezar a mirar por encima del hombro, detrás suyo.

Y el cuarto dato significativo es la amarga entrada en el Parlamento de Vox. Un partido que hasta este verano era poco menos que una panda de amigos, un plataforma residual sin apenas relevancia política, ha logrado un resultado relevante pero que no se corresponde con la euforia de los últimos días.

A mi modo de ver, lo que ha sucedido obedece a lo siguiente:

1. Vox nació contra la gestión de la crisis de Cataluña. Más de dos millones de españoles han reaccionado contra la ‘blanda’ gestión que ha hecho el PSOE del desafío independentista catalán. Estos votantes han querido castigar a Pedro Sánchez sus pasteleos en esta delicada cuestión: acercamiento a Cataluña de los políticos presos, potencial indulto (nunca desmentido) a los promotores del 1-O, cese del abogado del Estado que defendía la imputación por rebelión, propuesta de un vergonzante mediador… Me consta de votantes del PSOE en Madrid que han optado por Vox “con la nariz tapada”: ha sido más fuerte el cabreo por Cataluña que el miedo a la pérdida de algunas conquistas de izquierda. Que ya es decir. Pero esto no ha sido Andalucía.

2. Vox nació contra la indefinición ideológica del PP. “Por fin puedo votar a un partido sin la nariz tapada”: este ha sido el comentario que más he escuchado estas semanas entre los orgullosos votantes de Vox con los que me he cruzado. Que añadían: “Me voy a dar el gusto, al menos una vez”. Gran parte del votante de Vox ha encontrado en la formación de Santiago Abascal un oasis de ideas compartidas: nada de “derechitas cobardes” sino orgullo de contrarrestar la “dictadura progre”. Pablo Casado no ha tenido tiempo de convencer a nadie de que su Partido Popular ha vuelto a las raíces y va a defender sin complejos los valores conservadores: patria, familia, tradiciones. Demoledor.

3. Vox es la euforia del complejo sacudido. No me negarán ustedes el clima de euforia que se ha vivido en este país en la última semana en ámbitos cercanos al partido verde. Mítines a reventar y escenografía de embriaguez descontrolada. Entusiasmo a raudales porque, por primera vez en democracia, no había que avergonzarse por ser de derechas. ¿Que te llaman facha? Que digan lo que quieran. Vamos a ganar a la hegemonía cultural del resentido antifranquismo socialista. Orgullosos por ser transparentes, deslenguados y cantar las cuarenta, por exponer los razonamientos de preceden al cuarto gin-tonic.

 

Dicho esto, añado una nota final: ojo porque ahora Vox debe consolidarse. Cuando baje la llama que ha puesto a hervir el agua –una mejor gestión de la cuestión catalana y un rearme ideológico del PP-, veremos si no sucede con Vox como esas burbujas tan ardientes como efímeras cuando desaparece el foco de calor: que en unos segundos desaparecen sin dejar rastro. No hablo de una desaparición del partido, ni mucho menos. Pero sí de un riesgo de bajón sustancial en próximos comicios si no reemplazan estos iniciadores del fuego por otras banderas que mantengan viva la llama de la pasión en sus electores. Ahí se verá si esto que ha sucedido es o no un simple calentón.

Más en twitter: @javierfumero

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