Javier Fumero

¡Que no me empujes!

Este miércoles una agitadora se coló en la rueda de prensa que organizó el Banco Central Europeo en Frankfurt., saltó sobre una mesa y arrojó confeti sobre Mario Draghi, además de un puñado de cartas en las que había escrito: “somos dueños de nuestras vidas" y no “las fichas en el juego de apuestas del BCE, para jugar, para vender, para verse devastados”.

La protagonista del show es la alemana Josephine Witt, estudiante de filosofía de 21 años que se ha definido como “activista freelance”, aunque hasta hace muy poco colaboraba con Femen. En abril de 2013 participó en la protesta contra Putin de Hannover. En mayo de ese mismo año estuvo en la que se llevó a cabo en Túnez a favor de Amina Tyler y pasó 29 días en la cárcel. En diciembre entró en la catedral de Colonia con la frase: “Yo soy Dios” pintada en su cuerpo.

Un periodista de El País le ha preguntado a la señorita Witt por qué hizo lo que hizo. Su respuesta (completa aquí) ha sido la siguiente:

-- Quería que la propuesta fuera colorida y pacífica. “Los violentos son ellos –ha dicho-, los que arrojan gas lacrimógeno. Creo que nosotros debemos continuar con protestas no violentas y el confeti me pareció muy adecuado por el color y las connotaciones positivas que tiene”.

-- “Había pensado en llevar una tarta, pero hubiera sido raro que entrara con una en el Banco Central Europeo, teniendo en cuenta que además tenía que pasar un control similar al de los aeropuertos. En cambio, el confeti sólo es papel y todos los periodistas llevan papel encima, así que fue fácil”.

Admito que este escrache habría que incluirlo dentro de la categoría de los más inocentes que hemos visto: ni siquiera hay un zapato volador, ni insultos o empujones, ni un escupitajo, ni zarandeos o similar. Pero sinceramente, no me ha gustado un pelo.

Me encanta que la gente discrepe, proteste, exponga sus quejas… y hasta se haga oír de forma original. Muy bien. Por supuesto. Pero siento rechazo visceral hacia el acoso, el hostigamiento, el asedio, la persecución y los empujones.

Lo digo porque se está poniendo de moda cantarle las cuarenta a las instituciones, los partidos, los imputados, los políticos, los banqueros, etc. a base de gamberradas y no con argumentos. Eso no está bien.

Esta deriva es prima-hermana del amigo Sánchez Gordillo, aquel iluminado que asaltó dos supermercados en Andalucía para criticar el sistema dando caña: comida para el pobre porque el mundo se muere de hambre. Una dinámica impresentable y tramposa porque –repitámoslo muchas veces- en democracia no hay atajos ni excusas que valgan: no se puede utilizar la violencia como medio de expresión. Nunca.

 

En caso contrario, a la vuelta de la esquina están las mamparas rotas, los cajeros reventados, las marquesina destrozadas y los contenedores incendiados. Por eso, ni escraches en la puerta de casa, ni zarandeos y codazos a la salida de un juzgado, ni pintadas o cócteles molotov en las sedes de partidos (de ninguno), ni bates de béisbol, ni adoquines, ni tirachinas con rodamientos. Ningún hombre de bien puede defender el recurso a ninguna de estas prácticas.

Ya sé que no estarán de acuerdo con este planteamiento los antisistema. Pero ellos nunca lo podrán entender porque su objetivo es precisamente dinamitar la democracia, el recurso al diálogo, al entendimiento. Su objetivo es quebrar los cimientos del estado de derecho. El resto, buscamos una sociedad tan combativa como sensata.

Más en twitter: @javierfumero

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