Javier Fumero

No entiendo las tragaderas tan grandes del votante socialista sensato

Pedro Sánchez presenta la campaña del PSOE para las elecciones generales de abril de 2019.
Pedro Sánchez presenta la campaña del PSOE para las elecciones generales de abril de 2019.

Moncloa está encantada con este enfrentamiento con Madrid. Le permite lucir como un gobernante contundente, decidido, comprometido. Transmite una imagen de control y dominio. Eso sí, presenta alguna flanco débil: de la autoridad al autoritarismo hay un pasito. Hay quien dice que tras el estado de alarma impuesto en la capital hay gobierno del PP para otros ocho años. Veremos.

Mientras tanto, la vena en el cuello de Pedro Sánchez sigue hinchándose de forma preocupante. Máxime si a tu lado, susurrando al oído, se encuentra Podemos.

A Pablo Iglesias se le entiende todo. “Tengan ustedes la decencia de no gritar desde la bancada cuando un vicepresidente está en el uso de la palabra”, proclamaba con displicencia el otro día. Ay, madre. Qué humos. El que salió de la gente común y corriente aparece hoy como un señorito estirado que pretende estar por encima del bien y del mal. 

Le importa una higa que le critiquen por su chaletito en Galapagar, por sus turbios asuntos con Dina Bousselham y por la investigación abierta a Podemos acusada de tergiversar sus cuentas. Mucho menos va a andarse con chiquitas cuando se trata de tomar mando en plaza. Los atajos le son muy útiles.

De hecho me quiero referir ahora a un asunto gravísimo que está pasando sin mucha pena ni gloria, la verdad: la intención de PSOE y Podemos de reformar la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) para sortear el veto del PP a la renovación del órgano de gobierno de los jueces. 

¿Que el PP no se aviene a negociar, que no pasa por el aro? Nada: puñetazo en la mesa y cambiamos las reglas. Entiendo que las leyes están para cambiarlas si uno tiene una mayoría que le avale. Eso se llama democracia. Lo grave es escuchar cómo el poder legislativo pretende aprovechar esta reforma para atornillar al poder judicial, o sea, sirviéndose de que el Pisuerga pasa por Valladolid.

Se habla de restringir las funciones y por tanto el poder del propio Consejo General del Poder Judicial una vez que se cumplan los cinco años del mandato. Mientras se renueva el CGPJ, el órgano no podrá nombrar cargos judiciales, Además, 12 de los 20 miembros se podrán renovar con mayoría absoluta y no reforzada como ahora. Es decir, no harán falta tres quintos de las Cámaras (210 votos en el Congreso) sino mayoría absoluta (176), lo que facilitaría la renovación sin el PP.

Pero el colmo de la propuesta, que susurra Unidas Podemos al oído de Pedro Sánchez, es que durante ese periodo en el que no se podrán adoptar decisiones relevantes, como nombramientos de cargos discrecionales, y la gestión del día a día (permisos, licencias, nombramientos de sustitutos o jubilaciones), esas funciones las asuma … ¡el Ministerio de Justicia! 

¿A quién le importa la separación de poderes? Minucias. Básicamente, Pablo Iglesias propone cesar al CGPJ cuando cumpla su mandato, ahora con efecto retroactivo, y que buena parte de sus funciones pasen al Gobierno. Sin antifaz, ni pañuelo: a cara descubierta. Sin complejos.

 

Un lector habitual de El País está acostumbrado a leer las encendidas piezas de sus corresponsales y columnistas contra los actuales gobernantes de Polonia o Hungría por mucho menos que esto. Viktor Orbán y los hermanos Lech y Jaroslaw Kaczynski son vejados, un día y otro también, acusados de forzar –dicen- las instituciones y órganos del Estado en beneficio de su ideología ultra. Han recibido hasta severas amonestaciones de la Unión Europea.

Qué horror. Qué escándalo. ¿Y qué pasa en España? ¿Cómo llamamos a la actitud que despliegan Pedro y Pablo? ¿En qué se diferencian estos dos de esos líderes conservadores? ¿Cómo es posible que el votante socialista sensato no se percate del atropello y tenga unas tragaderas tan grandes? 

De los seguidores de Unidas Podemos poco se puede esperar. No creen en el propio sistema constitucional: pretenden hacerlo saltar por los aires. Pero la izquierda política española ya está tardando en alzar su voz. Están alimentando un monstruo que puede acabar por devorarles a ellos también. ¿A qué esperan? ¿Tan a gusto se está en La Moncloa? No lo entiendo.

Más en twitter: @javierfumero

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