Javier Fumero

Por qué no es noticia un escrutinio incontestable y rápido

Punto de votación en La Farga de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) para las elecciones catalanas del 14F
Punto de votación en La Farga de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) para las elecciones catalanas del 14F

Las elecciones catalanas se cerraron el domingo dibujando un panorama político de extrema complejidad. Ganó en votos el PSC, el independentismo logró más del 50% de adhesiones, la abstención fue brutal, ERC lidera a los partidos favorables a una ruptura con España, Vox pegó un repaso de aúpa al centro derecha, Ciudadanos se hundió de forma brutal y Podemos resistió.

Bien. De todo esto se ha escrito muchísimo, se ha debatido hasta la extenuación. Pero del hecho sorprendente de que el escrutinio de los votos, el recuento de papeletas, tuviera lugar en tiempo récord, sin dudas sobre su limpieza y de forma tremendamente efectiva no se ha dicho una palabra. Es curioso.

Máxime cuando había dos amenazas preocupantes: la pandemia y la cercanía del circo norteamericano. Sin embargo, pese al extraordinario resultado del recuento, apenas se han visto menciones. Damos por hecho que es algo normal. Esto toca un asunto al que llevo dando vueltas hace tiempo y sobre el que llamo la atención de vez en cuando, porque me parece importante: nos iría mucho mejor si prestáramos la misma atención a los sucesos positivos que hay a nuestro alrededor (y en nosotros mismos), que a los negativos.

¿Cuál puede ser la causa de este cenizo modo de ser que nos caracteriza? Algún filósofo ha descrito al ser humano como “un solucionador de problemas”. Quizás por esa configuración que llevamos de serie, por ese modo de ser tan nuestro, estamos más capacitados para detectar en primer lugar lo que no va bien que las cosas que van perfectamente.

Por eso ocupan más tiempo en nuestra cabeza las dificultades, los desafíos pendientes, los desajustes personales y los enganches. Es habitual que ese ruido esté dando vueltas sin parar en la turmix mental en la que se convierte nuestra cabeza durante la jornada: esto tiene mal pronóstico, aquello no funciona, aquí metí la pata, ojo a esa complicación que se avecina, cuidado con aquella arista, no te fíes que vienen curvas…

Ensimismados en una temática fundamentalmente negativa resulta normal que, a la hora de realizar un balance, el juicio tienda a inclinarse normalmente hacia las cosas que no van. ¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras? ¿Cómo te va la vida? ¿Cómo ves el futuro? Estas preguntas suelen provocar lamentos cuando es muy probable que haya hechos estupendos en nuestra vida, igualmente reales que los malos, pero que no pesan lo suficiente, apenas nos influyen.

Por eso se suele recomendar dedicar tiempo a pararse y analizar la propia vida con más ecuanimidad. Los hechos penosos van a salir rápidamente de nuestra boca: la lista puede no tener fin. Insisto: somos muy agudos detectando lo que no va bien. Pero después toca ponerse a elaborar la lista de sucesos positivos, logros y posesiones estupendas. Empezando por esas circunstancias que a veces podemos valorar como normales y no lo son tanto (el drama es que eso lo descubrimos cuando no las tenemos, es decir, cuando apenas las hemos disfrutado). Hablo del simple hecho de tener vista, contar con un trabajo, con un techo, con gente que nos quiere a nuestro lado, de haber disfrutado de formación, de poder vestirnos solos…

Para confirmar mi tesis anterior, te invito ahora a responder una pregunta: cuando has leído en el párrafo anterior ese elenco de cosas positivas, ¿te han surgido internamente ‘peros’? ¿te has dicho algo de este estilo: “sí tengo un trabajo, pero me aburre”? ¿“sí, hay gente que me quiere, pero están lejos, son pocos o no me quieren como deberían”? Si es así… es lo normal. Porque siempre destacamos sobre todo lo que no va bien. Porque tendemos a la perfección. Somos inconformistas. Nunca estamos satisfechos.

Sin embargo, como ya se ha dicho, siempre va a haber algo que nos falta. Así que como nuestra felicidad esté puesta en lograr una vida sin eclipses, sin dolor, sin aburrimientos, sin dudas, sin carencias, sin miedos… vamos a sufrir bastante. La solución no es conformarse sino en subrayar lo bueno que ya tenemos, por muy precario que sea. Por lo pronto, tenemos un proceso electoral eficaz, seguro y justo. Ya quisieran muchos países del primer mundo…

 

Más en twitter: @javierfumero

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