La gastroenteritis de la Princesa

En esta sociedad tan aficionada al postureo, donde se mata por un ‘me gusta’ o un nuevo seguidor en Instagram, me agradan cada vez más los gestos espontáneos. La naturalidad, la sencillez, son un bien cada vez más preciado. Porque se requiere mucha personalidad para seguir adelante como si tal cosa cuando los flashes te rodean y algunos asesores te susurran al oído mensajes como que lo importante no es tanto “ser” como “parecer”.

Por eso me ha parecido muy bien el modo en el que la Familia Real ha llevado el caso de esa inoportuna gastroenteritis de las hijas de los Reyes en un momento tan señalado como el viaje a Asturias para la entrega de los tradicionales Premios. Lejos de camuflar el incómodo suceso, actuaron sin disimulo. Quizás por eso algunos aprovecharon para difundir burlas y chanzas.

No pasa nada. Peor hubiera sido intentar taparlo todo, buscar un subterfugio y acabar teniendo que dar explicaciones cuando todo trascendiera en una publicación transgresora.

La culpa de la indisposición fue algo que tomaron las chicas en la cena del viernes, un menú donde se sirvieron pequeños platos de degustación que, según los organizadores, estaban compuestos de esferificaciones de aceituna, anchoas sobre queso azul, un gazpacho de fresa, un canapé de gamba con salsa de curry, una envoltura de matachana, unas croquetas de centollo y una tarta de queso. No tiene más. Le puede pasar a cualquiera.

Por cierto, que me encantó el detalle de la Princesa Sofía cuando el sábado por la mañana intentó sobreponerse a la enfermedad y salió con sus padres a pasear por el pueblo que visitaban. Al final, se tuvo que retirar algo pálida porque no podía con su alma. Bonito detalle haberlo intentado. Insisto en la buena imagen que transmiten las dos hermanas: sencillas, cercanas, afables… Parecen buenas personas. Ojalá sigan por ese camino.

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