Germinan los todólogos
No deja de sorprenderme ese efecto secundario derivado de la llegada de las redes sociales. Twitter, Facebook, Instagram y Whatsapp han logrado la desinhibición de los ciudadanos hasta un punto sorprendente. Antes uno dedicaba algo de tiempo a pensar las cosas y cuando se expresaba, lo hacía en el reducido marco de su familia y amistades cercanas. A lo sumo.
Eso ha cambiado: ahora se puede hacer el ridículo a golpe de un solo click y ante miles de personas. Se busca probablemente un momento de gloria, el subidón de autoestima que provoca el retuiteo, el me gusta, el corazón simpático y esa sensación de marcar agenda: mi chiste influye en los demás, mi ingenio es comprendido.
Picando piedra en esa dirección, uno puede acabar perdiendo cualquier pudor y sentido de la oportunidad hasta actuar casi compulsivamente. Todo lo que me pasa por la cabeza, lo lanzo a la red casi sin pensar: para tres días que vamos a vivir y dos nublados… parecen pensar estos nuevos todólogos.
Se les llama así porque saben de todo: de ingeniería, de justicia, de periodismo, de política, de finanzas, de seguridad nacional, de sanidad, de virología, de ciencias ocultas, de ética, de ecología y de religión. Nada se les escapa.
A ver, que se me entienda bien. Opinar es muy sano y conveniente. No veo mal en que haya espacio para el análisis, la reflexión, la exposición razonada. Me refiero a otra cosa, al exabrupto viral expuesto en un tono, una contundencia y una radicalidad que parece insana.
Conmigo o contra mi. Se pierden los matices. Pues y tu más. Zasca y contrazasca. Pablo Iglesias no ha sido imputado pero eso da igual. La justicia tumba el confinamiento de Madrid y unos ganan, otros pierden. Sin grises. Con muertos. Los jueces se enfrentan a los médicos. Los magistrados arremeten contra los científicos. Los sanitarios se cuelgan la toga para juzgar y los togados piden bisturí y gasas para pasar a quirófano.
El riesgo, como siempre en estos casos, es la polarización creciente y algo mucho más pedestre: nos vamos a quedar afónicos.
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