Gestiona tus bulos

Hay quien sostiene que los lectores de artículos de opinión sólo se suelen interesar por los comentarios que refuerzan los juicios que uno tiene. Muy pocas veces acceden a columnas o tribunas para definir por primera vez su posición sobre un tema o poner en duda algún principio establecido. Uno se siente cómodo reforzando sus propios argumentos y siente desasosiego cuando le mueven la silla de las convicciones.

Internet surgió teóricamente para democratizarlo todo. Se acabaron los intermediarios, nos dijeron, y eso iba a ser bueno. Cualquier emisor podría conectar con un receptor al módico precio que estableciera la compañía telefónica que maneja tu línea de fibra. Por lo tanto, nadie más estaría obligado a pasar por el aro de una superestructura para hacerse escuchar o para estar informado. Cualquiera podría expresarse libremente en las redes y su éxito dependería única y exclusivamente de su talento, originalidad y poder de convicción. Además, la información iba a fluir con libertad y llegaría a todos los nichos. Después, bien informados, cada cual podría decidir mejor. Esto es así… y no es así.

Con la llamada “personalización”, empresas como Google o Facebook empezaron a elaborar a partir de 2009 un perfil de los gustos, preferencias y afinidades de cada internauta a partir de su comportamiento en estas plataformas. De modo que el buscador y la red social, por seguir con estos dos ejemplos, ofrecen ahora a cada usuario de forma prioritaria las noticias, opiniones y pistas que le son más cercanas. El motivo: es más probable que pinche en ellas. ¿Qué provoca esto? Burbujas. Y eso es síntoma de empobrecimiento.

También por eso, ahora que cada vez hay más información a disposición de los usuarios, en muchos casos de forma gratuita, uno debe estar más atento que nunca a los bulos, a las patrañas, a las falsedades. Nadie nos puede sustituir en esto. Cada uno debe gestionar sus fake news. El listado de noticias que te ofrece a ti Google Discover o Facebook es diferente al mío y no son elencos inocentes. Están elaborados, como digo, atendiendo a la información que a cada uno le gusta consumir, con la que se siente más cómodo. Ahí, mezcladas con piezas veraces, hay un puñado de patrañas redactadas o grabadas para llevarnos al error. Por eso ahora es más importante que nunca que cada cual adquiera criterio y capacidad suficientes para detectar las mentiras que le salen al paso. Si lo que le interesa es la verdad, claro.

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