Javier Fumero

El gran jarrón chino de Pablo Casado es Ayuso

Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado.
Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado.

Curioso lo que está pasando en el Partido Popular. Fue Felipe González el que popularizó la famosa expresión sobre el “gran jarrón chino” que utilizó para ilustrar lo que sucede, a su modo de ver, con los ex presidentes del Gobierno. Estas fueron sus palabras exactas:

-- “Para mí, los ex presidentes son como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños. Se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes. (...) Nadie sabe bien dónde ponerlos y todos albergan la secreta esperanza de que, por fin, algún día, un niño travieso le dé un codazo y lo haga añicos”.

Se refería Felipe González a su propia situación de ‘retirado incómodo’, pero aludiendo a un contexto aplicable también a José María Aznar y a José Luis Rodríguez Zapatero. Porque todos ellos, en más de una ocasión, han sido grandes jarrones chinos: han provocado algún dolor de cabeza especialmente a los suyos. Por cierto, al único que no he visto todavía responder a este estereotipo es a Mariano Rajoy. Relevante.

Sin embargo, en estos momentos en el Partido Popular se está produciendo algo extrañísimo. Pablo Casado lleva un par de años implicado en una campaña crucial para su futuro político: la consolidación como líder de la oposición. Durante este proceso ha tenido altibajos, ha asistido a afortunados guiños del destino, protagonizado sonadas meteduras de pata, sufrido derrotas tremendas y alcanzado varias victorias de relumbrón. Pero en ese camino ha ido tomando forma su particular gran jarrón chino. Me refiero, claro está, a Isabel Díaz Ayuso.

Se llevan bastante bien, dicen quienes conocen a ambos. No existe una rivalidad efectiva entre los dos. No es eso. Casado eligió a Ayuso para liderar la Comunidad de Madrid y no se entiende lo que ella es ahora sin tener en cuenta el apoyo de él. Sin embargo, lo cierto es que, según pasan los meses, el eclipse va tomando forma y es cada vez más real.

Para que se entienda lo que digo, describiré ahora dos sucesos que han trascendido gracias al testimonio de dirigentes en Génova con acceso a lo que allí sucede:

a) El domingo de la victoria electoral en Madrid, el pasado 4 de mayo, hubo algún momento de tensión en el balcón de la calle Génova, donde todavía se encuentra la sede nacional del Partido Popular. Entre la euforia y el entusiasmo, Pablo Casado intervino antes que Ayuso para valorar la aplastante victoria. Se alargó un poco más de lo que algunos hubieran deseado y llevó el discurso donde quizás –dicen desde la Puerta del Sol- todavía no tocaba. Hubo algún malestar y cierta tensión. Ojo, hasta una parte del público se impacientó: querían escuchar a Ayuso y no al presidente del partido.

b) Pablo Casado acudió este domingo a la Plaza de Colón con una preocupación inconfesable, que sólo ha desvelado en privado: Ayuso podía convertirse en el centro de atención de los ‘populares’ –visto el entusiasmo que despierta entre los ciudadanos-, acaparar todos los aplausos y dejarle fuera de foco, en mal lugar. Este desasosiego es un hecho, insisto, admitido por su entorno.

Así las cosas, queda por saber cómo va a gestionar Pablo Casado este singular desafío. Necesita a Isabel Díaz Ayuso, no puede jugar a ser ese niño que hace añicos, de un puntapié, el incómodo jarroncito del apartamento. Pero puede acabar devorado por la criatura que él mismo contribuyó a crear.

 

Más en twitter: @javierfumero

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