Javier Fumero

Habla la mano derecha de Pablo Iglesias

Pablo Iglesias abraza a Pedro Sánchez
Pedro Sánchez abraza a Pablo Iglesias.

Me ha gustado mucho (y les recomiendo) la entrevista publicada este jueves por El Mundo a Pablo Gentili, el ex jefe de gabinete de Pablo Iglesias.

Me interesó antes de leerla por el personaje, alguien que ha ayudado a Iglesias a ser quien es antes de regresar a Argentina para trabajar a las órdenes del nuevo presidente, el peronista Alberto Fernández. Y por conocer su visión sobre lo que viene: este curioso gobierno de coalición, inédito en España.

Y hubo una respuesta especialmente interesante. El periodista Sebastián Fest le planteó a Gentili el gran tema: cómo van a poder construir Pedro Sánchez y Pablo Iglesias una relación profesional después de todo lo que se han dicho. Se expresaron en estos términos:

-- Periodista: “Sánchez fue muy duro con Iglesias. ¿Piensa que a partir de esta semana va a poder dormir tranquilo?”

-- Gentili: Sí, porque tiene a su lado la mejor fuerza política para la transformación democrática de España. ¿Hay que tener resentimiento por aquella expresión de Sánchez? No, al contrario. Hay que tomarlo como parte de un aprendizaje. Lo que sería grave es que este tipo de dificultades que se vieron durante 2019 se repitan en el futuro.

-- Periodista: Esa es la pregunta: ¿cómo hará el nuevo Gobierno para tener armonía? Todo lo que se dijo está fresco…

-- Gentili: Es que la política es eso, cambio. La posibilidad de volver hacia atrás y mejorar. Si uno mira la carrera de Sánchez, se trata de una persona que sistemáticamente a lo largo de su experiencia política ha mejorado. ¿Se ha equivocado? Claro que sí, muchas veces, y seguramente se equivocará muchas más. Pedro y Pablo son dos líderes políticos que tienen una cualidad: pueden volver hacia atrás, pueden cambiar y pueden avanzar para que lo que quede después de eso sea algo mejor todavía.

Volver hacia atrás. Que lo dicho no signifique nada, no deje poso. Da igual el pasado. Lo importante es el presente. Redefinir los hechos, lo sucedido, sin que estos nos encadenen.

Es el relativismo político en su máximo esplendor. El marxismo de Groucho Marx en su versión parlamentaria: “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”. Porque no hay nada inmutable, real, verdadero.

 

Más adelante, en esa misma entrevista, Gentili se extiende sobre esta visión y remacha la idea con otra frase muy relevante: “la política es una puesta en escena”. Como un teatrillo donde nada es lo que parece. “En especial hoy –añade-, donde gran parte de la lucha política pasa por los medios y por las redes sociales”.

A su juicio, lo bueno del actual momento político es precisamente esto: que las palabras no significan nada en sí mismas, que los hechos no remiten a verdades porque se juega al arte del despiste.

A mí todo este planteamiento no me parece nada bueno, qué quieren que les diga. Me parece un fraude de tomo y lomo. Me lo haré mirar, pero yo prefiero una sociedad donde prime el rigor intelectual, las convicciones sólidas, el esfuerzo, la virtud y la responsabilidad individual.

Porque lo contrario nos lleva a una sociedad no ya líquida sino gaseosa, donde la conciencia es sustituida por lo conveniente. Ahí todo se pacta: también lo que está bien y lo que está mal, cuándo hay que cumplir una ley y cuándo no, lo que es robar y lo que es financiar un partido ‘por vías extraordinarias’, no sé si me explico.

La mentira ha existido siempre y los políticos la han utilizado desde tiempo inmemorial. La novedad es que han desaparecido las consecuencias: ahora se reconoce que se miente como si tal cosa pero al timo se le llama teatro. Es el arte del engaño, el funambulismo, la picardía folclórica y divertida.

Así, despacito y entre risas, se disponen a robarnos hasta la cartera. Eso sí: al menos los tahúres son los nuestros y no los cavernícolas de la oposición. Qué bien y qué gracioso.

Más en twitter: @javierfumero

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