Javier Fumero

Hablemos sin miedo sobre el racismo

Vinicius Junior protesta durante el partido en Mestalla (Valencia) en el que recibió insultos racistas.
Vinicius Junior protesta durante el partido en Mestalla (Valencia) en el que recibió insultos racistas.

Me parece muy bien que el tema del racismo se haya puesto de nuevo sobre la mesa del debate social en España. Es muy relevante. El detonante ha sido, cómo no, el fútbol, ese entretenimiento que mueve altas y bajas pasiones, filias y fobias. Graves insultos al jugador brasileño Vinicius Jr. en Valencia han llamado la atención sobre un tema crucial.

Podría parecer, a primera vista, que es un tema superado por la sociedad moderna. Como la esclavitud. ¿Quién en su sano juicio defendería hoy tratar a una persona como un objeto, convertirlo en su propiedad y someterlo? Nadie.

Sin embargo, a mi modo de ver, España sigue siendo muy racista y eso nos hace peores personas. Lo comentaba hace unas semanas con varios familiares: es patente que en bastantes regiones de España no todos ven con buenos ojos a los latinoamericanos, por ejemplo. Se les mira por encima del hombro, como inferiores, y se les trata a veces hasta con desprecio.

Cualquier inmigrante que llega a nuestro país puede sentir ese aliento en el cogote. Algunos que proceden de países del Este suelen ser asociados a violentas bandas albano-kosovares. Así, en general, son vistos como gente peligrosa, agresiva, violenta o poco fiable. Los que provienen del Magreb, con su tez más oscura, directamente son vinculados al mundo del trapicheo, del yihadismo o el chaleco de explosivos. Porque hay extremistas, todos pasan a ser sospechosos. Los de raza negra provocan también rechazo en algunos españoles.

Insisto. No estamos ante un problema sólo de los Estados Unidos o Sudáfrica. Y por cierto: el debate sobre seguridad e inmigración tampoco ayuda mucho.

Lo grave del racismo es que estimula a las personas a emitir juicios sobre los demás sobre la base de su apariencia o sobre suposiciones de individuos que provienen de otras culturas. Esto puede provocar discriminación y odio hacia otros colectivos por el simple hecho de ser diferentes.

He leído estos días bastantes artículos asegurando que España es mayoritariamente tolerante, integradora y abierta. No estoy de acuerdo. Hay muchas formas de combatir el racismo, pero el primer paso –imprescindible- es reconocer su existencia y las formas en que se manifiesta. Mal comenzamos si empezamos negando la mayor.

Más en twitter: @javierfumero

 
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