Te han dejado de seguir

Logotipo de varias redes sociales

No sé si lo saben, pero en los últimos días se han producido dos rupturas de parejas especialmente mediáticas: Tamara Falcó ha roto su compromiso con Iñigo Onieva y Laura Escanes se separa de Risto Mejide, tras siete años de vida en común y una hija. Yo me he enterado por la prensa, como se suele decir, porque no sigo mucho este tipo de noticias.

Pero hoy en día es prácticamente imposible permanecer al margen de estos sucesos. Porque una de las peculiaridades de estos dos casos es el revuelo social que han provocado por la interactuación de los cuatro protagonistas en las redes sociales. La confirmación de la ruptura de Falcó y Onieva se produjo porque dejaron de seguirse mutuamente en Instagram. También Mejide dejó de seguir a Escanes y, ese sencillo acto –dejar de seguir a la pareja-, oficializó a la vista de todos la ruptura.

Esto es nuevo. Cada vez es más relevante el despliegue que uno desarrolla en Twitter, Facebook, Instagram... Esa faceta es parte ya de tu vida con todas las de la ley. No es un juego. Eso Tamara y Laura lo saben porque reciben suculentos ingresos por ello. Las dos cobran dinero por desarrollar contenido en Instagram, promover marcas, etc. Pero esa actividad lucrativa tiene su peaje: en este territorio la vida privada está más expuesta.

Lo dicho ofrece un desafío considerable. El hombre necesita ser aceptado socialmente, sentirse realizado, útil, fecundo, protagonista, pleno. En caso contrario, llegan las inseguridades, los miedos, los encerramientos, las disfunciones. Pero mientras el ámbito no digital parece asequible en esa búsqueda de aceptación (en la familia, entre los compañeros de trabajo y jefes, con los vecinos…) el terreno de lo virtual se presenta como un entorno más complejo y, en cualquier caso, descarnado y hasta cruel.

El resultado es que sentirse aceptados, reconocidos, seguidos, admirados, se está convirtiendo en una obsesión. Si me siguen, si no me siguen, si me dejan de seguir o si gano al vecino en número de incondicionales… puede ser síntoma de éxito o fracaso. ¿Y qué primogenitura estás dispuesto a vender para tener éxito, para conseguir más discípulos? Algunos entregan hasta la camiseta.

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