Javier Fumero

La incuestionable levedad de nuestra ministra de Exteriores

Arancha González Laya, ministra de Asuntos Exteriores.
Arancha González Laya, ministra de Asuntos Exteriores.

Estoy convencido de que muchos de ustedes no recuerdan ni su nombre: Arancha González Laya. Según el barómetro del CIS publicado en enero, no la conoce un 54,3% de los españoles. Esto no tendría que importar mucho si fuera persona discreta pero eficaz, con peso específico en lo que se requiere: en el propio Ejecutivo y en foros internacionales. Pues va a ser que tampoco.

Insisto. No necesitamos de ella el despliegue de efectos especiales que mostraron García Margallo, Moratinos, Ana Palacio o Josep Piqué. Pero digámoslo todo: una cosa es la apuesta por un perfil bajo y otra distinta esa sensación de no contar casi nada, de ser un cero a la izquierda, de no ser tenida en cuenta. Por si esto fuera poco, hasta miembros del propio Gobierno la han desacreditado alguna vez.

Pero hay dos puntos donde la acción de la ministra de Exteriores ha sido especialmente desastrosa: Gibraltar y Marruecos.

A. La ministra de Exteriores mantuvo el pasado verano una reunión bilateral con Fabián Picardo, el ministro principal de Gibraltar. Inaudito. González Laya le otorgó al Peñón un estatus que no le corresponde: hay una norma no escrita, mantenida hasta ahora por la diplomacia española, de no entrevistarse a solas con el ministro principal sin la presencia de una autoridad británica. Ni caso. Allí estuvo ella tan feliz.

Pero además, la ministra anunció el pasado 31 de diciembre un principio de acuerdo con Reino Unido sobre Gibraltar tras el Brexit. Ella celebró que se hubiera evitado una “frontera dura” y las autoridades británicas y las gibraltareñas se apresuraron a festejar el pacto. “Con entusiamo”, lo recibió en Twitter el primer ministro Boris Johnson, mientras que el ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, agradeció el acuerdo a Pedro Sánchez.

Ese acuerdo dejó como principal incógnita el control fronterizo y la gestión del espacio Schengen por parte de España. Y recibió duras críticas. García Margalló denunció que “se ha concedido todo a cambio de nada”: la alianza solo tiene beneficios para Gibraltar, ya que desaparece la Verja pero el Peñón mantiene “la autonomía en el resto de cuestiones, incluida la tributaria”. Tampoco España aprovechó el pacto entre Londres y Bruselas para reclamar la soberanía sobre Gibraltar, y ni siquiera se planteó la utilización conjunta del aeropuerto.

B. Nuestra relación con los países norteafricanos es manifiestamente mejorable, como demuestra la crisis migratoria que ha permitido la llegada de más de 23.000 personas a Canarias a bordo de una patera el pasado año. Marruecos nos está tomando el pelo, intercambió arrumacos con los Estados Unidos de Donald Trump, avasalló al Frente Polisario mientras mirábamos para otro lado y canceló una cumbre bilateral con España prevista para diciembre y que sigue sin fecha.

Por si esto fuera poco, el socio de gobierno Pablo Iglesias ha decidido enredar con la cuestión saharaui. Sin rubor. La ministra no logra contener a Podemos y España es ninguneada por el reino alauí.

La última metedura de pata de González Laya tuvo lugar el pasado mes de enero, cuando la ministra tachó como “fake news”… ¡una información facilitada por su propio Ministerio! La ministra confundió dos listados diferentes sobre restricciones a viajeros desde el extranjero para su entrada a España. La historia completa la contó Newtral hace unas semanas.

 

A mi modo de ver, nuestro país se merece algo más. Llegan tiempos difíciles y España necesita más peso específico en esta cartera. Pero mucho me temo que el presidente del Gobierno no tiene este asunto en la cabeza.

Más en twitter: @javierfumero

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