Infobesidad: saturados de drama

Creo que existe consenso generalizado sobre esto: hay un límite, un tope, para las malas noticias. Superado ese umbral, la capacidad de un ser humano normal para asimilar la tragedia desaparece y empezamos a sufrir los síntomas de cualquier intoxicación.

En tiempo como estos, de especial fragilidad, incertidumbre y dramatismo (¡¡21.000 muertos por Covid-19!!), esa sensación de ahogo y saturación es especialmente punzante. Necesitamos evadirnos.

Basta de informes tremendistas sustentados en los índices más negativos, de relatos fatalistas sobre un mañana incierto, de bombardeo sobre lo mal que estamos y lo mal que nos va a ir, de los riesgos de esto o de lo otro… Muy pocos pueden llevar esa carga con facilidad, especialmente en esta sociedad tan quebradiza anímicamente.

Quizás por esto, en Google se han disparado estos días las búsquedas de la expresión “buenas noticias”. Es curioso. Como cuenta este martes el diario El País, las palabras que más se introducen en el robot desde el pasado mes de marzo son estas: “buenas noticias sobre el coronavirus”.

Como el desamparado anhela agua en el desierto o el náufrago, identificar la silueta de un barco en el horizonte, los españoles demandan, en medio de estas trágicas circunstancias, motivos para la esperanza, elementos para el optimismo.

Un psicólogo citado en la noticia explica el mecanismo. Ante un hecho tan insólito y disruptivo, la ciudadanía entra inicialmente en una primera fase caracterizada por la sorpresa y la expectación. Ese fenómeno provoca una demanda enorme de datos y noticias. Queremos saberlo todo: qué está pasando, su alcance real y las implicaciones.

Pero pasados unos días, llega la saturación. Él lo llama “infobesidad”: un agotamiento por sobreexposición. El estrés derivado del exceso de información. Como consecuencia, algunos dejan de consumir noticias: no pueden más. Está pasando.

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