Javier Fumero

Jarabe de palos en Galapagar

Vista área del chalet de Pablo Iglesias e Irene Montero, en Galapagar.
Vista área del chalet de Pablo Iglesias e Irene Montero, en Galapagar.

Pablo Iglesias se ha indignado. Le han montado un escrache en su casa, una protesta ciudadana a las puertas de su chalete de Galapagar y, como es lógico, está que fuma en pipa.

Ya digo que no me extraña. Porque ningún político en una sociedad democrática se merece algo así. Esta forma de acoso en el hogar familiar es intolerable, se sale de cualquier forma legítima de disenso. Lo decía hace años, cuando las víctimas eran líderes del PP, y lo digo hoy cuando el afectado es un vicepresidente de Podemos.

Ni escraches en la puerta de casa, ni zarandeos y empujones a la salida de un juzgado, ni pintadas o cócteles molotov en las sedes de partidos, ni bates de béisbol, ni adoquines o tirachinas con rodamientos. Ningún hombre de bien puede defender el recurso a ninguna de estas prácticas violentas.

Lo que ha sorprendido este martes a media España es que Pablo Iglesias se revuelva enfadado en su asiento por lo que ha pasado. Porque él legitimó ante una pantalla de televisión este tipo de actuaciones. Las llamó “jarabe democrático de los de abajo”. Y en otra ocasión, añadió: “Son un mecanismo democrático para que los responsables de la crisis sientan una mínima parte de sus consecuencias”.

Pero es que Irene Montero, la otra inquilina del casoplón asediado, no se quedó atrás en su día. Ella aseguró que un “escrache no es acoso, es interpelar a los diputados para que hablen con nosotros y no nos den la espalda”.

Cuánta indignidad entonces y qué desfachatez ahora. ¿Entienden de una vez lo grave del caso, don Pablo, doña Irene? Una vez que lo han sufrido en carne propia, ¿perciben el atropello que supone lo que ustedes alentaban cuando eran otros los que gobernaban? Demasiado tiempo han tardado.

Más en twitter: @javierfumero

 
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