Javier Fumero

La Meta Majadería

Facebook.
Facebook acaba de anunciar que está desarrollando una especie de mundo virtual, el llamado “metaverso”

Me estoy midiendo, aunque no lo parezca. Voy fuerte en el arranque del comentario, con ese titular incrédulo y faltón, pero en el fondo, llevo echado el freno de mano. Porque tampoco me creí hace unos años –por poner un ejemplo de tantos- que una multinacional norteamericana fuera capaz de fotografiar, una por una, prácticamente todas las calles del mundo y pusiera gratuitamente al alcance de la población mundial esa red hiperrealista de mapas y rutas. Increíble.

Sigo sin saber exactamente cómo semejante despliegue ha podido ser rentable, pero empiezo a entender a los que dicen: “si algo es gratuito es que tú eres el producto”. No te piden dinero, es cierto, pero los datos que uno ofrece alegremente a esas aplicaciones a cambio de un servicio atractivo son explotados convenientemente por ellos en sede mercantil. A mi me sigue compensando. A ellos parece que también. Ganamos todos, el clásico win-win.

Facebook acaba de anunciar que está desarrollando una especie de mundo virtual, el llamado “metaverso”, un lugar donde la compañía pretende que los ciudadanos de todo el mundo pasen una buena parte de sus futuras vidas. Según los gurús que desarrollan este nuevo entorno, allí se podrá interactuar con otros avatares, habrá entretenimiento hiperrealista (se están desarrollando guantes, visores, etc), se podrá trabajar y comprar, estudiar y hacer deporte.

Mi pesimismo sobre este proyecto deriva de que también hemos asistido a fracasos estruendosos en el mundo virtual. Proyectos que parecían llamados a quedarse para siempre en nuestras vidas –promocionados con eslóganes tan agresivos como “si estás fuera, estás muerto”- se han ido por donde han venido, sin dejar rastro… salvo pérdidas millonarias de muchos inversores. No hablo sólo de ideas tipo ClubHouse, esa red social de audios que hace sólo unos meses parecía imprescindible, el lanzamiento de mayor proyección mundial y hoy languidece con más pena que gloria.

Me refiero más bien a ese otro universo paralelo que se llamó Second Life. Nació en 2003 y los gurús emitieron pronto su veredicto: Second Life se iba a convertir en un fenómeno social influyente, de largo recorrido y alcance, una revolución en el mundo de las comunicaciones interpersonales. Las empresas se lanzaron a diseñar planes para estar presentes. Coca-Cola, Microsoft, Reebook, Nissan, Peugeot… pusieron a trabajar a sus equipos de marketing para hacerse presente en el nuevo planeta. La Agencia Reuters creó incluso un periodista de ficción, bautizado con el nombre de Adam Reuters, para cubrir las informaciones virtuales.

Países como Israel, Suecia, Colombia y Filipinas abrieron legaciones diplomáticas en Second Life, justo lo que acaba de pasar con Barbados, que acaba de abrir sede diplomática en el metaverso. Pero hasta los partidos políticos tuvieron su cuota de protagonismo. Recuerdo que un usuario español adoptó el nick de Iulius Carter y convocó una manifestación virtual frente a la sede del PSOE, para protestar entonces por la liberación del etarra Iñaki de Juana Chaos.

Hasta el entonces líder de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, quiso sumarse a la moda y creó su propio avatar, que vio la luz en mayo de 2007 y pudo codearse con el ‘alter ego’ de Sarkozy, Ségolène Royal… y el de Paloma Sainz, por entonces candidata del PSOE a la alcaldía de Oviedo y la primera en aterrizar en aquel nuevo mundo. La Generalitat catalana se gastó algo más de 3.000 euros en un informe de tres folios para evaluar si merecía la pena comprar una isla en aquel mundo virtual. Aquello fue un fiasco en toda regla.

De ahí que el proyecto de Zuckerberg me parezca más una Meta Majadería que otra cosa, un bote de humo diseñado para desviar la atención de esa crisis reputacional que arrastra la marca desde que se descubriera su falta de escrúpulos al no reaccionar a esos informes que hablan de los daños ciertos que Facebook provoca entre los jóvenes. Veremos.

Más en twitter: @javierfumero

 
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