Javier Fumero

La valiente es ella

Marina Ovsiannikova sostiene un cartel ante las cámaras del Canal 1 de Rusia.
Marina Ovsiannikova sostiene un cartel ante las cámaras del Canal 1 de Rusia.

Venga, vamos allá. Llevo días pensando en escribir sobre el tremendo drama de la guerra en Ucrania. Todo lo demás resulta insignificante, casi irrelevante, al lado de un conflicto bélico, de una guerra. Esos millones de personas que huyen aterrorizados, ciudadanos que se han quedado sin hogar, familias quebradas, huérfanos, muertos sin sentido, sólo por la obcecación de unos cuantos… no se explica.

El otro día un amigo me hizo la siguiente reflexión. La pandemia fue un acontecimiento sobrecogedor, de gran impacto personal y social por su incidencia en la vida cotidiana de las personas. Pero hasta cierto punto fue algo… asumible. Nos costó digerir, claro, el horror de todas esas muertes repentinas, hacer frente al confinamiento y a la separación de nuestros seres queridos. Pero lo afrontamos unidos. Porque se trató de un fenómeno sobrevenido, no buscado. Salvo que alguna investigación futura nos descubra que se trató de una negligencia en un laboratorio o la acción coordinada de unos pocos para desestabilizar el mundo, esta es la conclusión inicial: solo pudimos padecer la covid.

Sin embargo, añadió mi amigo, la guerra en Ucrania es un drama mucho más insoportable porque es fruto de la obcecación, de la soberbia, del orgullo, de la maldad y la irresponsabilidad de los seres humanos. No hay más. Todo este dolor ha podido ser evitado. Esta es la triste conclusión de lo que está pasando en ese país del Este de Europa.

Por eso resulta especialmente importante detener la guerra. Cuanto antes. Uno puede empezar por promover una actitud más pacífica en su entorno más cercano, en su vida diaria. Potenciar en la esfera personal la amabilidad, el deseo de escucha, el respeto por quien piensa distinto, la preocupación sincera por los demás… Parecen medidas de cuento infantil si se comparan con un misil tierra-aire del Ejército de Vladimir Putin, pero las cosas empiezan a cambiar poco a poco, empezando por uno mismo.

Y después están esos otros gestos de solidaridad o protesta que intentan aliviar el drama o cambiar el curso de las cosas. Es admirable ver el amplísimo número de iniciativas que han surgido estas semanas a nuestro alrededor para ayudar a los más afectados. Eso tampoco será en balde: nos hace mejores. Y después está, por ejemplo, la valiente acción de la editora de la sección de Internacional del principal canal de televisión ruso, Marina Ovsyannikova, cuando irrumpió la noche del lunes en el plató, detrás de la presentadora principal y en horario de máxima audiencia, para enseñar un cartel contra la guerra.

Millones de rusos pudieron leer entonces, durante unos segundos, el siguiente escrito: “No a la guerra. Parad la guerra. No creáis la propaganda. Te están mintiendo”. Ovsyannikova ha sido detenida, afronta un juicio y pena de cárcel acusada de violar la denominada eufemísticamente ley “contra la desinformación” que aprobó el Gobierno de Putin a los pocos días de comenzar la invasión de Ucrania para impedir la libre circulación de noticias y aplacar las protestas.

Ella sabía a lo que se arriesgaba, lo insignificante que sería ese gesto frente a una columna de carros de combate rusos. Pero lo hizo. Eso sí es un gesto valiente.

Más en twitter: @javierfumero

 
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