Javier Fumero

Margarita Robles y Marlaska van a terminar haciéndose daño

Fernando Grande-Marlaska, Margarita Robles y Pedro Sánchez, en la Pascua Militar de 2019.
Fernando Grande-Marlaska, Margarita Robles y Pedro Sánchez, en la Pascua Militar de 2019.

Entre todo el ruido generado por esta crisis de Estado llamada ‘caso Pegasus’ ha pasado inadvertido un enfrentamiento en el Gobierno que amenaza con terminar como el rosario de la aurora. Me refiero al choque, cada vez menos discreto, entre Margarita Robles y Fernando Grande-Marlaska.

Que estos dos ministros no se soportan, no es nuevo. Dentro del equipo ministerial se habla desde hace meses de “una convivencia imposible”. La rivalidad viene de lejos, de muy lejos. Concretamente de sus años como magistrados. Pero las desavenencias se han intensificado desde que coinciden en el Consejo de Ministros. Ya cuando desembarcaron en el primer Ejecutivo de Sánchez saltaron las primeras chispas.

Robles no encajó muy bien que Marlaska rompiera una costumbre y designara a María Gámez como directora general de la Guardia Civil sin haberle consultado. La ministra no ocultó su enfado por ese nombramiento. De hecho, exteriorizó el malestar con su ausencia en el acto de toma de posesión, pese a ser ella la superiora jerárquica de Gámez.

Las fricciones también salieron a la luz, por ejemplo, con ocasión del despliegue de la Unidad Militar de Emergencias en Madrid, durante la gran nevada causada por ‘Filomena’, decidida por la ministra de Defensa sin contar para nada con su colega de Interior.

Otro de los choques tuvo como escenario otra gran crisis que vivimos el pasado mes de agosto durante la evacuación urgente del personal de la embajada española en Afganistán y un buen número de colaboradores. Efectivamente, horas antes del aterrizaje en Kabul de los aviones de carga y transporte Airbus A400M del Ejército del Aire, Marlaska aseguró en la Cadena SER que el aeropuerto era un lugar seguro. Esas palabras, entendió la titular de Defensa, la pusieron a los pies de los caballos, porque la situación era más bien la contraria, un caos. La operación de rescate se demostró enormemente compleja y hubo riesgo de fracasar. Robles pensó, una vez más, que le habían intentado mover la silla.

Cuando estalló el ‘caso Pegasus’ volvió el pulso entre los ministros. “Marlaska viene a por mí”. Es el desahogo de la ministra de Defensa en ámbitos socialistas a propósito de la actuación del ministro del Interior respecto al caso de espionaje a los independentistas catalanes. Moncloa había ordenado a todos los miembros del Gobierno no hacer ningún comentario, instrucción que Grande Marlaska se saltó a las pocas horas: no sólo habló del asunto, sino que afirmó que Interior no había comprado ese programa y que su ministerio no había tenido acceso a esas informaciones “en ningún momento”. En opinión de Margarita Robles, Marlaska quiso apuntar al CNI, al ministerio de Defensa y a ella misma personalmente como máxima responsable.

Este jueves, ha habido cumplida venganza. Al menos, aparentemente. El diario El País ha publicado que el CNI ha hallado rastros de Pegasus… en el móvil del titular de Interior. Pum. La filtración de esta investigación de los servicios secretos, que intentan aclarar estos días si el terminal de Marlaska ha sido infectado, proviene de “fuentes gubernamentales”. ¿A quién beneficia que esto se sepa?

Lo dicho. Los ministros van a terminar por hacerse daño.

Más en twitter: @javierfumero

 
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