Javier Fumero

Las mayorías absolutas se han ido por una larga temporada

El viernes se publicó el último barómetro del CIS que recoge el sentir de los españoles sobre sus preferencias políticas. La encuesta, realizada a principios de julio, confirmó la subida del PSOE (una buena noticia para Pedro Sánchez, pero también para el PP) y otro dato relevante: no hay mayorías absolutas a la vista.

Si las elecciones generales se celebraran hoy, el nuevo secretario general del PSOE obtendría un 24,9% de los votos (en abril sumaba sólo un 19,9%). El PP, por su parte, volvería a ganar los comicios con un 28,8% (frente al 31,5% que cosechó en el último estudio), Unidos Podemos sería la tercera fuerza (20,3%, por el 19,7% de hace tres meses) y Ciudadanos la cuarta (14,5, frente al 14,9% de entonces).

Como ven, se confirma la tendencia de las dos últimas elecciones: hemos dejado atrás la era del bipartidismo, aquellos tiempos en los que dos grandes formaciones políticas se turnaban al frente del país.

No estamos acostumbrados a esto y hay quien se pone muy nervioso subrayando los indudables riesgos: inestabilidad, gobiernos frágiles, dificultad para sacar grandes leyes adelante, cotas de poder y minutos de gloria para políticos menores que pasan a ser decisivos…

Todo esto es cierto. Pero llevo tiempo insistiendo en que, a mi juicio, España necesita urgentemente esta nueva era parlamentaria. Nuestros políticos deben recuperar la capacidad de llegar a acuerdos, de entenderse con los de enfrente, de ceder para acordar soluciones conjuntas a los grandes problemas del país.

Algo así es posible. Fíjense, por ejemplo, en Alemania. Allí los dos grandes partidos, equivalentes al PP y al PSOE, han formado coaliciones de gobierno hasta en tres ocasiones: en 1966, 2005 y 2013. Los democristianos de la CDU y los socialdemócratas del SPD se han aliado entre ellos, pero también con Liberales y Verdes.

Y no ha pasado nada. Bueno, sí. Ha sucedido algo muy positivo: el país va como un tiro porque asuntos de gran calado han terminado fuera de la disputa ideológica. Asuntos transversales, sobre los que todos han logrado ponerse de acuerdo, ya no se utilizan para arañar votos.

¿Se imaginan que algo así sucediera en España, dentro de unos años, por ejemplo con la Educación? Merece la pena correr el riesgo. ¿No les parece?

Más en twitter: @javierfumero

 
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