Javier Fumero

Negacionistas por obra y gracia de Pedro Sánchez

Incluso concibiendo el mundo como un amplio espacio donde cabe gente muy distinta, resulta sorprendente toparse con un negacionista. Lo podríamos definir como esa persona ajena a los avances científicos, obcecada en hipótesis con segundas derivadas y alimentada a base de teorías conspirativas sin base evidente.

Personalmente no me he topado con ninguno, debo decirlo. Pero he seguido algo el evento convocado el pasado domingo en Madrid por aquellos que promueven la rebelión contra el uso de las mascarillas y dudan de la propia existencia de esta pandemia.

Como alguien ha dicho de forma bastante ingeniosa, esas 3.000 personas que se reunieron en la Plaza de Colón podrían ofrecerse ahora generosamente a atender a esos miles de contagiados –según ellos, ‘fake’- sustituyendo a enfermeros y celadores que cederían gustosamente su puesto para dejar de jugarse la vida. 

Así, todos quedarían contentos: los negacionistas confirmando supuestamente sus tesis y abochornando al mundo por su credulidad y mojigatería; y el personal sanitario alejándose del bicho lo más posible según los más básicos criterios que dicta el sentido común.

Dicho esto, quiero aportar algo que no debemos pasar por alto: a mi modo de ver, este tipo de comportamientos son consecuencia directa de las mentiras del Gobierno. Pedro Sánchez ha contribuido al surgimiento de este tipo de locuras colectivas al alimentar la idea cierta de que nuestros gobernantes no nos están diciendo toda la verdad.

Si un ciudadano percibe con claridad que sus dirigentes le dan gato por liebre está legitimado para empezar a dudar de todo. ¿Será verdad esto que acaba de decir o será otra invención como la que se ha demostrado hace unos días? Si me han engañado en esto también pueden intentar colármelo en otras cuestiones... Y así todo.

En este sentido, me ha llamado mucho la atención el caso del inexistente comité de expertos creado supuestamente para asesorar al Gobierno durante la desescalada. Es gravísimo que sólo cuando el Defensor del Pueblo a través del Consejo de Transparencia exigió la verdad al Ministerio de Sanidad saliera a la luz el engaño. Se había dicho una cosa y la realidad era otra.

Y el asunto ha pasado sin pena ni gloria. ¿Ha dimitido alguien? ¿Algún miembro del Ejecutivo ha puesto su cargo a disposición del presidente? ¿Algo tan grave ha quedado impune? Efectivamente. El embuste se descubrió la tarde del 30 de julio, es cierto, en pleno arranque de las vacaciones para muchos españoles. Pero aún así sorprende que todo haya quedado en nada. Un Gobierno es pillado en un renuncio en asunto tan delicado y ha sido como quien oye llover.

En un contexto como este, insisto, es donde afloran los negacionistas. Se entiende que un ciudadano comience a dudar de la información oficial, a concluir que vive en una realidad falsa donde muchos mienten: científicos, empresarios, policías, gobernantes, periodistas… Todos pueden estar conspirando mientras simulan una vida color de rosa que tape sus verdaderos enjuagues ocultos.

 

Esto es lo que pasa cuando los miembros de un Gobierno faltan a la verdad. De aquellos polvos, estos lodos. Que nadie se rasgue ahora las vestiduras.

Más en twitter: @javierfumero

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