Javier Fumero

La niña en brazos de Francisco Rivera Ordoñez

Se ha armado una buena escandalera por la decisión de Francisco Rivera Ordoñez de torear una vaquilla sujetando con un brazo a su hija de cinco meses. En la mano derecha llevaba la muleta y en la izquierda a la niña.

El diestro ha explicado que se trata de una tradición familiar. De hecho, colgó la foto en Instagram acompañada de este comentario:

-- “Debut de Carmen, es la 5ª generación que torea en nuestra familia. Mi abuelo toreó así con mi padre. Mi padre toreó así conmigo, y yo lo he hecho con mis hijas Cayetana y ahora con Carmen #orgullodesangre”.

El gesto ha provocado una gran polémica en las redes sociales, ese patio de vecinos, ese bar de la esquina del siglo XXI, donde ventilamos ahora nuestras opiniones que queremos compartir. Y no me parece mal.

Lo advierto de antemano: personalmente, el gesto me parece una soberana imprudencia. Pero admito que el mundo de los toros me pilla bastante lejos. Me falta contexto. Quiero decir que quizás este hecho esté perfectamente admitido en las familias taurinas y el diestro no corra el menor riesgo dada su destreza con el capote. No lo sé.

Dicho esto, hay algo que sí me llama la atención y hasta me saca de quicio. El Defensor del Pueblo andaluz publicó este lunes un tuit donde decía: “De ser cierta la imagen, mostramos nuestro absoluto rechazo” –hasta aquí nada que decir-, pero inmediatamente añade: “Recogemos información para valorar posible actuación”.

¿Cómo?

Sé que la línea es muy sutil y que el Estado debe estar alerta para velar por los más desfavorecidos, siempre en riesgo de ser atropellados. Pero me pone de los nervios ese afán de controlar la vida privada de las personas que tienen a veces los gobiernos y las instituciones públicas.

Los totalitarismos son así. Se consideran legitimados para legislar sobre la vida moral de las personas, sobre lo que deben o no consumir, sobre sus gustos y aficiones… Se empeñan en grabar a fuego en las mentes patrias el pensamiento único que deben adoptar. No hay espacio para la menor autonomía.

 

Sin embargo, cuanto menor sea el Estado mejor nos irá. Los ciudadanos sólo debemos delegar aquello a lo que no llegamos, esos ámbitos que exigen una institución superior que vaya más allá del simple provecho propio. Eso permitirá llevar agua corriente a dónde no es rentable, escolarizar a los que no tienen dinero y así sucesivamente. Nada más. Ni un centímetro más.

Por eso, insisto: ojo con esos políticos que, en un arranque de paternalismo, se creen con derecho a meterse en tu casa. Te darán un azote si el dentífrico que usas no es de su agrado. Te llevarás una reprimenda por elegir lo que no te conviene.

No señor, quíteme usted las manos de encima.

Más en twitter: @javierfumero

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