Qué bien nos va desde que exhumamos a Franco

Entiendo su probable sorpresa por el titular. Efectivamente, qué lejos queda ahora aquel suceso que tanto debate generó en nuestro país. Durante unas horas permanecimos atentos a la televisión observando cómo el féretro de Francisco Franco salía del Valle de los Caídos en helicóptero, hasta el cementerio de Mingorrubio.

El movimiento se vendió como determinante para la restauración de la memoria de muchos protagonistas de la guerra civil, como una deuda de la dictadura con la democracia, como el modo de reconciliar a todos (vencedores y vencidos), como imprescindible para la buena marcha del país, como un deber improrrogable para los españoles.

Tengo para mí, sin embargo, que la macro operación realizada el pasado 24 de octubre sólo fue un ardid electoral. Poco más. Ni se ha restaurado nada, ni se ha reconciliado a nadie con nadie, ni se ha saldado ninguna deuda. Lo dicen los propios protagonistas.

He repasado estos días artículos en prensa de indignados que se dirigían a Pedro Sánchez en estos términos: “no se ha puesto fin a una afrenta moral”, no se engañe presidente (eso fue lo que afirmó el líder del PSOE hora después en su discurso público). No hay reparación –explican los republicanos- pese al “paripé” (así lo llamaron) de exhumar el cadáver “mientras dentro permanecen los de 33.000 republicanos que no han recibido nunca el menor homenaje”. “Ni mucho menos se pondrá fin a las afrentas que hemos recibido mientras permanezca el monumento erigido al triunfo fascista en lo alto de Cuelga Muros”.

Ahora habría que volar por los aires el Valle de los Caídos, añaden, “para eliminar de una vez por todas esa ignominia que constituye un perverso homenaje al fascismo”. Habría que declarar ilegal la Asociación Francisco Franco y dejarla sin subvenciones públicas. Habría que despojar a los familiares de Franco de su fortuna, etc, etc, etc…

¿Ven lo que les digo?

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