Javier Fumero

Pitos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el desfile del 12 de octubre por el Día de la Fiesta Nacional
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el desfile del 12 de octubre por el Día de la Fiesta Nacional

Es muy sano que los ciudadanos se puedan expresar con libertad. También para mostrar en público su rechazo hacia quienes dirigen sus destinos. Pero no me gusta que se pite y se abuchee al presidente de mi país. Qué le voy a hacer. Me parece que va en menoscabo de la autoridad, así en general, y no sólo del actual inquilino de La Moncloa. Eso es peligroso. Sirve de desahogo, de eso no cabe duda, pero no creo que de chillar se derive nada positivo.

No digo –que quede claro- que Pedro Sánchez no se merezca esos silbidos que se escucharon este martes en Madrid, cuando asistió al desfile de la Fiesta Nacional. Digo que no me siento cómodo en un ambiente así, de notoria crispación y agresividad. Ahí no suelen salir a la luz los mejores argumentos, ni los análisis más agudos. Se grita con las vísceras. Por eso tampoco me gustan las tartas o los huevos lanzados contra nadie, ni los escraches ante las casas, ni los empujones, ni los sobres con balas, ni los retratos ardiendo en llamas.

El recurso a la violencia (y un abucheo en un acto público de algún modo lo es) como modo de expresión daña gravemente a la sociedad. De hecho, las mamparas rotas, las okupaciones de sucursales o de casas vacías, los cajeros reventados, las marquesinas destrozadas, los contenedores en llamas, suelen ser actos promovidos por movimientos anarquistas y antisistema que lo que buscan es precisamente eso: reventar el status quo, cargarse el sistema. Pues conmigo que no cuenten.

Más en twitter: @javierfumero

 
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