Javier Fumero

Un presidente que miente

Pedro Sánchez visita Hersill
Pedro Sánchez visita Hersill

El otro día me crucé con un vídeo corto que llevaba la mosca, el logotipo, del área audiovisual de la Cadena SER. Era el corte de una entrevista realizada por Pepa Bueno al actual presidente del Gobierno.

La pieza venía precedida de un irónico comentario dejado por un anónimo ciudadano: “Para que luego digan que no se puede predecir el futuro…”. La intervención dura sólo 35 segundos y en ella Pedro Sánchez afirma lo siguiente:

-- “Se decía a principios de año que yo iba a vender mi alma para ser presidente del Gobierno: que iba aceptar el chantaje de Iglesias de la vicepresidencia con el CNI, con la policía propia, cargándonos la independencia de los jueces y fiscales, que íbamos a descansar la gobernabilidad de España en fuerzas independentistas… Bueno. Yo creo que he reivindicado el proyecto autónomo del Partido Socialista, que podía haber sido hoy presidente del Gobierno a un precio que ni yo creía en él, ni tampoco creo que se merecieran los españoles…”.

Es tremendo, ¿no les parece? Porque aquí estamos, equis meses después de esas afirmaciones, con un Gobierno descansando en fuerzas independentistas, con un vicepresidente llamado Pablo Iglesias que –por expresa petición suya- tiene acceso a la comisión de secretos oficiales donde participa el CNI, con un Ejecutivo que ha colocado a una ex ministra como fiscal general del Estado, con un nota de la Guardia Civil que demostraría una grave interferencia en el trabajo de una jueza a través del ministro Marlaska

Varias veces he insistido en este mismo foro sobre el daño tan grande que supone la mentira para una comunidad. A todos los niveles. También en la vida social: la mentira destruye cuando uno se miente a sí mismo, cuando miente a un vecino, cuando se miente dentro de la familia, en el trabajo… Pero la falta de veracidad en algún cargo público es ya demoledora.

Lo vuelvo a repetir: una sociedad sana y fértil está sustentada sobre la confianza. Sin ella la vida se convierte en un infierno. He puesto alguna vez estos ejemplos: confiamos en que nos paguen el salario a final de mes; que nadie se salte el semáforo en rojo cuando nosotros pasamos; que el autobús en el que nos subimos siga la ruta establecida; que los alimentos cumplan los criterios de salubridad que prometen en sus etiquetas; que la policía detenga a los malos; que el banco nos devuelva el dinero que ingresamos… Todo nuestro mundo está sustentado en la confianza.

¿Se imaginan el caos tan brutal que se produciría si no pudiéramos confiar en nada ni en nadie? Si políticos, jueces, periodistas, médicos, policías, militares, banqueros, vendedores, repartidores… decidieran mentir, engañar, faltar a la palabra dada por sistema sería la ruina social.

Los ciudadanos se volverían suspicaces, menos confiados, se pondrían a la defensiva. Eso separaría a unos de otros y nos veríamos sumidos en el caos, en la anarquía. Pocas cosas podrían funcionar. Por eso se puede decir que la mentira es una forma de violencia. Fomenta el individualismo y el aislamiento. Es ácido corrosivo para la vida en común: todo lo destruye por el simple contacto.

Todo lo dicho explica lo grave que resulta lo expuesto en el vídeo citado más arriba. Un presidente del Gobierno que no tiene palabra, que hoy dice una cosa y mañana la contraria, que no es fiable porque es capaz de renunciar a unos principios con tal de seguir en el poder, es lo más peligroso que le puede pasar a un país.

Nos jugamos mucho. Prácticamente todo.

 

Más en twitter: @javierfumero

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