Javier Fumero

Puaj, adoctrinamiento en las aulas

Alumnos asistiendo a una clase
Alumnos asistiendo a una clase

Están saliendo estos días a la luz clamorosos ejemplos de adoctrinamiento en las aulas. Algunos periódicos se han hecho eco de pasajes concretos de libros de texto aprobados recientemente por varias editoriales españolas para la Educación Secundaria Obligatoria. Estas obras incluyen fragmentos que replican ideas del 15-M, que critican únicamente los populismos de extrema derecha, que realizan una abierta defensa de la eutanasia, que se menosprecia a la monarquía y se ensalza la república, que se propone que España asuma responsabilidades históricas por lo que hizo durante la conquista y evangelización de América, que se acusa a Estados Unidos del hambre en Venezuela y se exculpa de ello al régimen de Maduro…

Es gravísimo convertir los centros educativos en campo de batalla ideológica, porque por allí transitan los más inocentes. La responsabilidad primera y última de la formación de los niños es de los padres que los han engendrado. Ellos deciden dónde matricularlos (de hecho, todo colegio tiene una cierta orientación sobre la vida, la sociedad, el mundo) pero esperan que en cualquier aula donde estén se les dote de herramientas para aprender a pensar con libertad y no que se les inculque lo que deben pensar.

Que sucedan estas cosas, que salgan a la luz estos atropellos, ponen en valor iniciativas como aquella que Vox sugirió hace un tiempo llamada el “pin parental”. Es decir, la opción de cualquier padre a validar o poner coto a los conocimientos que reciben sus hijos.

Recuerden que aquella iniciativa puso de los nervios a la izquierda que se escandalizó hasta el extremo. El diario El País dio una buena batalla sobre la cuestión y, para empezar, intentó cambiar el marco. Decidió dejar de utilizar el término “pin parental” (empleado por Vox) y apostó por la expresión “veto parental”. Se trataba de dotar de negatividad a la iniciativa, de subrayar el carácter de “censura” que conlleva esa opción y poder así criticarla mejor.

Cuando se denuncia una censura es que se considera que se está restringiendo un derecho. O sea, que el terreno a donde se quiere llevar este debate es que el Estado (y no los padres) debe decidir –curiosamente, cuando gobiernan partidos de izquierda- cuál es la verdad sobre los hechos históricos, cómo se debe de pensar, cuál es la clave de interpretación correcta de nuestra historia. Eso es sacrosanto, inviolable. De hecho, debe ser estudiado y repetido en clase. Para pasar de asignatura habría que zamparse esa visión parcial del mundo, deglutirla satisfactoriamente y vomitarla de forma correcta en la hoja del examen.

Aclaro que yo no soy contrario a que existan colegios con esa visión del mundo. El que lo considere oportuno, que lleve allí a sus hijos. Libertad, faltaría más. Me opongo a que los institutos públicos, pagados por todos los españoles, pasen como canónicas, equilibradas y verdaderas esas ideas que son puro adoctrinamiento. El Gobierno no puede imponer a los demás el concepto de ética, de moral y de vida que tienen sus gobernantes. Eso es terreno vedado.

Más en twitter: @javierfumero

 
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