¿Qué camioneros?

Admito que no me acostumbro a esta vida tan frenética, donde los temas de máxima actualidad no duran ni dos semanas en primera plana. Pero, sobre todo, superado ese tiempo, a pesar del drama con el que vivimos esa situación concreta, nuestra memoria amortiza en un instante aquella crisis que parecía imposible de superar o cuyos daños nos dejaban un horizonte tremebundo.

Un ejemplo. El volcán de la Isla de La Palma, que uno lleva especialmente en el corazón, empezó a soltar lava el pasado 19 de septiembre. Es decir, no han pasado ni siete meses del inicio. Y los vulcanólogos la dieron por concluida el 13 de diciembre. ¡Hace cuatro meses! No sé cómo lo verá usted, pero yo tengo la sensación de que han pasado un par de años del evento… si no fuera por los que quedaron allí sin casa, sin trabajo, sin tierras, sin futuro, sin recursos.

Ahora sucede algo parecido con los camioneros. Paralizaron el país durante dos semanas y tensaron la cadena de distribución de productos de primera necesidad como hacía tiempo que no se veía en España. Ni durante lo peor de la pandemia se produjo algo por el estilo. Fábricas a punto de parar por falta de suministros, lineales vacíos de leche, pescadores tirando capturas que se iban a pudrir… Un horror.

Y de repente, se acabó. El Gobierno se reunión con algunos afectados, repartió unos dineros, algunas promesas… y de la noche a la mañana el tema estaba amortizado. A otra cosa. Es extraña esta forma de vida. Nada cala, muy pocas cosas dejan poso, vivimos de sobresalto en sobresalto y con excesiva incertidumbre. Pero no hay tiempo para dar soluciones de fondo. No me convence.

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