Que no se pueda debatir del aborto

Uno de los emblemáticos leones que se encuentran delante de la fachada del Congreso de los Diputados en la Plaza de las Cortes de Madrid.

Me llama la atención el alto grado de excitación al que han llegado algunos tras la polémica generada estos días al saberse que Vox promueve en Castilla y León un protocolo que obliga a los médicos a proponer a las mujeres la escucha del latido fetal o una ecografía 4D del feto antes de abortar. El mensaje que mandan es que de este tema no se puede hablar y punto. Es cuestión cerrada y quien se atreva a sacarla de nuevo será tachado de retrógrado y cavernícola, sin analizar siquiera sus argumentos.

El diario El País, sin ir más lejos, lo explicaba así este jueves en un editorial, es decir, en un artículo que fija la opinión oficial del periódico:

-- “La prevalencia de la conciencia adulta de una mujer que decide interrumpir su embarazo no es cuestionable en las democracias liberales del siglo XXI, ni forma parte de la discusión en un Estado de derecho en el que las convicciones religiosas no pueden interferir en el ejercicio de derechos legalmente reconocidos”.

Aquí lo tienen, blanco y en botella. El derecho al aborto no se puede cuestionar. Ay de aquel que se atreva a sacar a discusión esta cuestión: se sitúa fuera del Estado de derecho, es decir, se convierte automáticamente en un radical, en un antidemócrata y en un ultramontano; se le deben poner unas esposas y encerrarlo en una discreta mazmorra para que no haga más daño a los demás. Y la puntilla: el aborto es una cuestión religiosa.

Yo todavía recuerdo impresionado la iniciativa que protagonizó allá por 2008 en Italia el periodista Giuliano Ferrara, “ateo devoto” –según se calificaba a sí mismo por aquellas fechas- y prestigioso director del diario ‘Il Foglio’: propuso una moratoria mundial contra el aborto. Su tesis era la siguiente: por aquellas fechas la ONU acababa de aprobar precisamente una moratoria contra la pena de muerte impulsada por Italia. ¿No era razonable suspender también, al menos temporalmente, la práctica del aborto en todo el mundo para analizar y discutir si no es otra forma de pena de muerte, legal, que afecta a cientos de millones de seres humanos?

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Como se ve, Ferrara nunca abordó esta cuestión desde un punto de vista religioso sino desde planteamientos radicalmente progresistas. Porque progresista era hasta ahora defender los derechos humanos, la vida, la protección de los que no tienen voz, de los más vulnerables, de los más inocentes y desfavorecidos. Y progresista es cuestionarlo todo, ser disconforme, y por tanto, no tenerle miedo al debate. ¿Y si en el seno de la madre hay un ser humano al que se le está quitando la vida impunemente? ¿A nadie le interesa debatir sobre esto antes de seguir adelante? ¿Y si nos estamos equivocando y dando aire a una política eugenésica, de exterminio sistemático de personas? ¿Una cuestión así no merece un debate meditado y sereno?

Pues no. Para bastantes progresistas esta cuestión es tabú. No se debe plantear si quiera. Reabrir la cuestión, aunque sea de la forma más educada posible, es ofender. No lo entiendo.

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