Javier Fumero

Qué bien sabemos despedir en España

Gerard Piqué, en una imagen de archivo
Gerard Piqué, en una imagen de archivo

Se ha hablado mucho estos días de la retirada de los terrenos de juego del futbolista Gerard Piqué. Precisamente por eso, yo también voy a dedicarle unas líneas a la cuestión. Porque el central del F.C. Barcelona fue un buen jugador de fútbol, de los que podrían pasar en nuestro país a los anales de la historia de este deporte, pero a mi juicio cometió un grave error: empañó su trayectoria profesional con gestos y desplantes impropios de una personalidad digna de elogio.

El elenco de insultos y desprecios protagonizados por Piqué a lo largo de su carrera –principalmente a su gran rival, el Real Madrid-, han quedado también ahí en el imaginario colectivo. Pero, sobre todo, en las hemerotecas. No se pueden borrar.

El futbolista del Barça celebró el primer triplete al grito de “¡boti, boti, boti, madridista qui no boti!”. Tampoco es para escandalizarse, pero algo infantil resulta. Tras la victoria en la Supercopa de 2015 se desmarcó con aquello de “Que se jodan los del Madrid”. Meses antes, con motivo de otro festejo, Piqué volvió a acordarse del Madrid: en este caso aludió a la criticada fiesta que organizó Cristiano Ronaldo junto a un famoso pinchadiscos y que supuso una caída en el juego de su principal rival. Más leña al fuego.

Tras otra victoria sobre el equipo merengue, Piqué sacó a relucir también su marcada faceta de independentista catalán y publicó aquello de: “¡A ocho puntos! Españolitos, ya os hemos ganado vuestra Liga española y ahora os ganaremos la Copa de vuestro Rey”. Después, el Barcelona ganó al Madrid cinco goles a cero y Piqué insistió con su manita extendida al aire, bien abierta, recordando el resultado. La imagen se hizo icónica.

¿Hay que saber perder? Hay que saber perder, sin duda. Pero también hay que saber ganar. Quizás esto último dice más de la categoría de las personas que lo otro. Además, hay que tomarse el fútbol como lo que es: un deporte. También es un negocio pero en la base de todo se encuentra un deporte y es bueno no olvidarlo. Sin embargo, Gerard Piqué siempre ha ido de transgresor, de faltón, de gallito. Y, listo como es, además lleva años sacándose unas pelas aprovechando su estratégica posición y contactos. No queda muy bonito.

Dicho esto, basta mirar la prensa nacional estos días para constatar eso que siempre se ha dicho de España y de sus ciudadanos: aquí sabemos despedir muy bien. Se suele citar el caso de los obituarios, esos escritos redactados tras la muerte de alguna personalidad que acaban suponiendo un buen masaje al finado. Solemos obviar las zonas oscuras de los fallecidos, sus tropelías y malas artes porque, una vez que ha pasado a mejor vida, nos sale nuestra cara más indulgente. Bueno.

Piqué no se ha ido para siempre sino sólo un poco. Quizás también por eso me resisto a un juicio tan benévolo como el que han realizado algunos colegas. Hay que saber ganar, insisto. Eso dice bastante de la calidad y la madera de la que está hecha una persona.

Más en twitter: @javierfumero

 
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