Javier Fumero

El reverendo Pedro Sánchez ya resulta cargante

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

Pedro Sánchez se ganó a pulso el mote hace meses, por las “homilías” que nos descerrajó como presidente del Gobierno cada domingo durante el segundo trimestre del pasado año, en lo más duro de la pandemia.

El apelativo llegó porque pronto se demostró que eran fervorines, intervenciones efectistas que sólo pretendían evitar ser criticado por estar escurriendo el bulto, dirigidas a lograr cuota de pantalla y dar una impostada sensación de control. La estrategia conllevaba un peligro en términos de comunicación: el portavoz que cae en la sobrexposición es muy posible que termine achicharrado.

Ha sucedido con Fernando Simón y pasa ahora con Pedro Sánchez. El principal problema del presidente del Gobierno en estos momentos es su credibilidad. Está por los suelos. Prácticamente nadie se cree sus palabras. Si sale a decir que estaremos vacunados de forma mayoritaria a finales de agosto muy pocos entienden que eso va a ser así. Insisto: es asunto grave.

A pesar de ello, en Moncloa están empeñados en que el presidente del Gobierno salga ahora más a la palestra. Lo hizo el martes de la semana pasada, para contarnos su carta a los Reyes Mayos con las vacunas, sus deseos más entrañables, lo ha hecho este martes para hablarnos del plan para relanzar la economía española y cuentan en Presidencia que lo seguirá haciendo en las próximas semanas.

¿Por qué? La explicación está en Madrid, en la cita electoral del próximo 4 de mayo. A falta de un candidato pujante, saquemos al presidente a ocupar terreno, a darle la réplica a Isabel Díaz Ayuso.

El otro problema, al margen del asuntillo de la credibilidad, es que Sánchez ya resulta cansino, nos está dando la chapa de forma excesiva. Les pongo un ejemplo: este martes, puse de fondo en la redacción un programa informativo de televisión que cubre buena parte de la mañana. Salió Pedro Sánchez al atril y apenas hubo conexión del programa con Moncloa: siguió a lo suyo con la parrilla y apenas emitió unos minutos de la intervención del presidente durante el turno de preguntas.

Quedarse corto es un problema y fue justo lo que se le echó en cara a Mariano Rajoy: su afición al mutis por el foro, a no dar la cara, a no dar cuenta de su mandato. Pero también es una torpeza pasarse tres pueblos y terminar aburriendo a la concurrencia. Me parece que este modo de proceder le terminará pasando factura al presidente.

Más en twitter: @javierfumero

 
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