Javier Fumero

Lo siento pero trabajar desde casa está sobrevalorado

El Gobierno está a punto de aprobar un decreto ley sobre el Teletrabajo.
El Gobierno está a punto de aprobar un decreto ley sobre el Teletrabajo.

El titular de este comentario es la traducción al castellano de la cabecera de un artículo publicado por un periodista del New York Times especializado en Tecnología. Kevin Roose dedicó efectivamente, en marzo pasado, una pieza a explicar su experiencia personal de dos años desplazado en casa para trabajar.

Su tesis es que convertir el propio hogar en la oficina ofrece ventajas indudables inicialmente: ahorro de tiempo en unos desplazamientos estresantes, sobre todo si se vive en las grandes ciudades; el encanto de comer en casa a diario… Pero pronto notó que perdía pie.

Explica el desánimo experimentado por no poder cambiar de ambiente, de la dificultad para incluir un momento en el que romper la dinámica profesional: dejar de pensar en el trabajo y centrar la cabeza en otras cosas. Lo complicado que resulta desconectar del todo cuando uno está produciendo en casa: todo parece trabajo, siempre parece apropiado estar alerta, los horarios y las fronteras no están claras. Del lastre que supone no rozarse con compañeros y colegas. Y aludía concretamente a una clara pérdida de creatividad.

No sé qué experiencia tiene usted, que está leyendo esto, al respecto. Imagino que cada persona es un mundo por sus circunstancias personales. Depende de dónde viva, a qué se dedique, las dimensiones de su casa, el número de personas con las que comparta techo, la edad de los mismos…

Creo que en algunos trabajos es perfectamente asumible un teletrabajo que permita rendir mejor, a la vez que se ahorre tiempo para dedicarlo a la familia, los amigos, los hobbies, el descanso, etc. Pero hay otros que necesitan el contacto diario para sacar mejor sus tareas adelante.

Por ejemplo, creo que el trabajo periodístico dedicado a la búsqueda de información propia pierde si no hay debate entre los redactores. Ese intercambio diario me parece imprescindible. La puesta en común en sede física (que difícilmente se puede suplir mediante una videoconferencia) es esencial. Para trazar objetivos, consensuar estrategias, valorar nuevos temas, concluir los mejores pasos para dar con una información, ponderar lo escuchado…

No tengo ninguna duda después de casi siete meses de teletrabajo. Estar en casa mejora de manera significativa la vida personal pero no poder coincidir a diario con los periodistas en una redacción empeora el producto final y el crecimiento o desarrollo de todos. Así lo veo yo.

Esto que digo es compatible con algunas pegas que se le suele poner a la presencialidad establecida casi como dogma en algunas organizaciones. El excesivo número de reuniones inútiles es algo demasiado habitual. O la pérdida tan grande de tiempo por la convocatoria de citas muy poco preparadas, donde se reitera lo dicho y acaban derivando en debates improductivos, infructuosos.

Además, trabajar por escrito, empleando el intercambio de notas, informes y dossiers, supone una gran ventaja: exige en primer lugar pensar las cosas y después escribirlas con coherencia. Facilita la claridad en la exposición, se evitan circunloquios. Y las demás partes implicadas reciben un texto que puede ser estudiado con calma, dejado reposar lo suficiente, evitando la primera reacción que no siempre es la más atinada.

 

Dicho esto, lo mejor será que cada uno decida. Empleadores y empleados deberán tratar esta cuestión, ahora que el Gobierno se dispone a aprobar un decreto ley sobre el Teletrabajo. Que hablen, presencialmente o por escrito. Y acuerden lo que parezca mejor para cada uno.

Más en twitter: @javierfumero

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