Javier Fumero

Tapar las bocas

Estamos en un momento crítico, donde expresarse con naturalidad en la vida pública no es tan sencillo
Estamos en un momento crítico, donde expresarse con naturalidad en la vida pública no es tan sencillo

No voy a hablar de mascarillas. Sobre ese tema prefiero que hablen los científicos y trabajen los políticos atendiendo a esos conocimientos. Lo que yo piense, desee o prefiera no es relevante. La decisión sobre si eliminar o no la obligatoriedad de portarlas en interiores debe tomarse sobre datos, cifras y análisis médicos y sanitarios.

Mi comentario tiene que ver con la libertad de expresión, ese otro tapar bocas que se ha puesto de moda. Me entusiasma ver que está en primera línea del debate público y hasta ese curioso personaje llamado Elon Musk –el hombre más rico del planeta, dicen- anuncia una oferta para la compra de Twitter que justifica así: es necesario aprovechar esta estupenda red social para evitar censuras y favorecer la libre circulación de las opiniones.

Me parece muy bien, insisto, porque –contrariamente a lo que pudiera parecer- estamos en un momento crítico, donde expresarse con naturalidad en la vida pública no es tan sencillo. Les voy a poner un ejemplo. Con la llegada de Vox a un gobierno regional y el ascenso de Marine Le Pen en Francia ha empezado a imponerse el siguiente razonamiento:

-- Ojo que regresa la censura. Si un día gobierna España el partido de Santiago Abascal o en Francia el de Le Pen se prohibirán películas, obras de teatro y libros que atenten contra la moral de esos líderes trasnochados. Hay casos reales: Vox denunció el cartel de un disco en aragonés en el que aparecía orinando una jotera y el Ayuntamiento lo ha retirado de la web municipal. También llevó a los tribunales a un comercio por instalar en su escaparate de Sevilla un belén cuyas figuras representaban órganos sexuales masculinos y femeninos. La Asociación de Abogados Cristianos denunció también a una asociación feminista por el paso de una vagina de plástico portada en andas durante una manifestación del 1 de mayo de 2014. ¿Por qué tenemos que comulgar –protestan los defensores de este modo de pensar- con que un partido de ultraderecha o unos abogados cristianos impongan su moral a todos los españoles?

¿Qué les parece? Esto no es ciencia ficción. Acabo de transcribir, casi palabra por palabra, una carta a la directora de El País que apareció publicada el pasado jueves. El razonamiento es tremendo: vamos a prohibir que tú impongas tu moral, que es trasnochada y carca, para imponer la mía, que es progresista y fetén.

Hay muchas personas que piensan hoy así. Lo que confirma, como se puede observar, que hay mucho desconocimiento sobre lo que significa la verdadera tolerancia, las claves de la coexistencia pacífica entre quienes piensan distinto y la verdadera defensa de la libertad de expresión. Hay mucho trabajo por hacer… antes de que alguien decida, por ejemplo, que este comentario le ofende, es reaccionario y cavernícola porque le lleva la contraria, y proponga cerrarnos el chiringuito.

Más en twitter: @javierfumero

 
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