Tres tartazos en la cara

Se juzga estos días en la Audiencia Nacional el caso contra cuatro acusados de agredir a la presidenta de Navarra, Yolanda Barcina, cuando hace dos años le estamparon tres tartas en la cara durante un acto en Toulouse.

Qué quieren que les diga. No puedo evitarlo: en casos como estos, irremediablemente, me pongo de parte del agredido. Sea quien sea. Sin entrar al fondo de la cuestión, sin valorar el motivo de la protesta. En este caso, la construcción del Tren de Alta Velocidad vasco. No me hace falta.

Me parece vergonzosa esta forma de actuar. Máxime cuando uno de los protagonistas (que ahora niegan haber estado en el lugar de los hechos; es decir, que además de tarambanas, cobardes) era teniente de alcalde de la localidad navarra de Arruazu. Los otros tres eran miembros del colectivo Mugitu!

Que un político recurra a estas artes me parece indecente. Y un abuso del puesto para el que fue elegido.

Lo reitero. Me pongo de parte de doña Yolanda Barcina, como haría con cualquier persona que fuera violentada, por muchos que hayan sido sus errores. El respeto es imprescindible. También para aquellos que puedan estar equivocados.

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Por cierto. Esta deriva debería preocuparnos. Porque mide el escaso grado de tolerancia de esta sociedad. Estamos muy poco preparados para discrepar con razones y sin fanatismos.

Es como para echarse a temblar.

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