Que se preparen los taxistas: lo peor está por venir

El pulso que mantiene el sector del taxi con las nuevas plataformas para el transporte de pasajeros está en su momento álgido. Algaradas, enfrentamientos violentos, reclamaciones, denuncias… Mal camino. Porque creo que los taxistas no tienen razón. Eso sí: comprendo bien por lo que están pasando.

La llegada de Internet y las nuevas tecnologías está revolucionando todo. No hay área económica de un país que no se haya visto obligada a cambiar el rumbo. Del cine, al mundo editorial, pasando por el comercio tradicional, los medios de comunicación, la mensajería, la industria de la música, el transporte aéreo, la banca tradicional… Todos están teniendo que adaptarse en muy poco tiempo al nuevo entorno, a un nuevo modelo de consumo.

El problema actual es que estamos justo en medio de la tormenta. Los nuevos negocios no son todavía rentables mientras los viejos se ven obligados a prescindir de personas para lograr cuadrar sus cuentas. Esto es un infierno, efectivamente.

Pero el cambio es irremediable, insisto. Por más que protesten los taxistas, esto es imparable. Se pongan como se pongan. Es más: lo peor para ellos está por venir y se llama “vehículo de conducción autónoma para el transporte de pasajeros”. Si Uber y Cabify les parece un atropello que se preparen para lo que viene.

En el circuito del Jarama, en Madrid, se están realizando pruebas con vehículos que circulan sin nadie al volante. Son test que van mejorando las máquinas, que aprenden sin límite hasta lograr –como va a suceder- una conducción sin errores. Esta alternativa se encuentra a la vuelta de la esquina, abaratará los costes y se implantará sin remedio. En ese momento, el taxi morirá. Al menos tal y como está concebido ahora. Le pese a quien le pese.

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Entiendo el nerviosismo y la desazón de un sector que ha vivido durante años bajo el peso de una estricta regulación y obligados al oneroso pago de una licencia bastante cara. Es cierto. Pero mirar hacia atrás no va a frenar al futuro.

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