Javier Fumero

Te toca trasnochar

Factura de la luz.
Factura de la luz.

La nueva factura de la luz por franjas horarias, que entró en vigor este martes, ha dejado perpleja a media España. La tarificación por tramos de consumo ha provocado bastante indignación porque desviar el uso eléctrico a la madrugada resulta inviable para la mayoría de particulares. Y se habla de incrementos en la factura de hasta un 27%. Una locura.

Hay varios argumentos que explican la gravedad de esta cuestión. Por lo pronto, conviene no olvidar que la izquierda lleva años criticando a las eléctricas, acusándolas de abusar del consumidor, y cargando contra la derecha cavernaria por su permisividad cómplice.

El propio Pedro Sánchez calificó una subida de la luz del 11% de “golpe del Gobierno” del Partido Popular a las familias. Y hay vídeos circulando estos días por las redes con Irene Montero desafiando en 2019 a los españoles en plan “con Pablo Iglesias estas abusivas subidas de la luz jamás se producirán porque meteremos en vereda a las compañías”. ¿Y ahora? Zasca.

Habrá que pensar, por tanto, que lo que está pasando es culpa de Ayuso, como no podía ser de otra manera. Ha sido llegar un ejecutivo de coalición PSOE-Podemos a Moncloa y pum: con ustedes... el recibo más caro de la historia de España.

La teoría dice que el nuevo recibo de la luz llega precisamente para abaratar el gasto. Con la estratificación por horas va a importar más el cuándo que el cuánto. Habrá tres tramos: punta, llano y valle, pagando por la luz según la hora del día a la que se consuma. La propuesta del Gobierno se sustenta, por tanto, sobre un cambio de hábitos de los ciudadanos. El consumidor puede ahorrar entre 200 y 300 euros anuales si tira de potencia en horas menos caras. Pero el precio punta, el más utilizado, se ha disparado: Facua habla de una potencia contratada un 2.000% más cara en periodo punta que valle.

Pero insisto: potenciar que se consuma de madrugada o en fin de semana es surrealista. A esa hora, los menos pudientes tienen que descansar de jornadas maratonianas de trabajo, y de un trabajo muy físico y pesado. Obreros de la construcción, limpiadoras de casas, cajeros de supermercado, conductores de transportes públicos, maquinistas, enfermeros y celadores, camareros, peluqueros… no pueden ser forzados a planchar o poner en marcha sus electrodomésticos a altas horas de la noche. Necesitan llegar a casa, reponerse un poco y dormir.

Después está lo del teletrabajo. ¿No habíamos quedado en que esta modalidad había llegado para quedarse? Efectivamente evita pérdidas de tiempo en desplazamientos, favorece la conciliación, es flexible… Sin embargo, en la mayoría de los casos en casa se trabaja en horario laboral diurno y consumiendo electricidad. También para aires acondicionados y bombas de calor que, al menos de momento, no van a pagar las empresas. Ya estamos, por tanto, poniendo trabas al teletrabajo.

Mientras tanto, el ministro de Consumo –se llama Alberto Garzón, por si acaso- sigue sin explicarnos qué análisis realiza su Izquierda Unida de todo esto. Algún día saldrá de su sopor y nos llevaremos un susto.

Más en twitter: @javierfumero

 
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