Javier Fumero

El que no sea transparente, que se marche

Hillary Clinton mantuvo en secreto la neumonía porque creía que no era grave y se ha metido en un problema muy serio. El secretismo de la candidata ha hecho saltar las alarmas por su escasa transparencia y su tradicional afición a la opacidad. El tema es interesante.

La sociedad se ha vuelto especialmente sensible a estos temas. Exige un gobierno abierto a los ciudadanos, sin trabas ni botes de humo. Un gobierno que favorezca la colaboración, la participación y la transparencia. Que dé constantemente cuentas de lo que lleva entre manos, de la gestión no sólo del dinero o los recursos sino también del propio ejercicio de la autoridad.

Servir a la sociedad hoy exige máxima claridad. Por eso se dice que no sólo los políticos están obligados a vivir ya bajo techos de cristal sino otras instituciones, como la Casa Real, los equipos de fútbol, la Iglesia, las empresas del IBEX, los bancos de alimentos, el Ejército, los órganos de Justicia…

Todos deben ser ahora más luminosos que nunca. Debe correr el agua clara. En caso contrario, los ciudadanos son implacables: el que no es transparente quiere ocultar algo negativo o corrupto. Es así.

Este planteamiento puede provocar atropellos porque hay ámbitos que admiten límites en este mostrarlo todo: esferas privadas, pactos de confidencialidad, situaciones extremas de guerra, seguridad nacional, epidemias… Pero hasta en esas circunstancias hay que medir muy bien el comportamiento porque bajo el pretexto de un razonable derecho a la reserva se han enmascarado tropelías y abusos sin cuento en el pasado.

La neumonía de Hillary Clinton ha derivado en un problema de credibilidad. Sondeos realizados en Estados Unidos aseguran que sólo el 30% de los encuestados considera en estos momentos a la antigua primera dama una persona honesta y merecedora de su confianza.

Se trata de un desgaste ganado a pulso. La gente exige, hoy más que nunca, saber. Exige que las autoridades den cuenta de su administración, que sean sinceros y claros. No cuidar la transparencia convierte episodios anecdóticos en problemas más graves, más duraderos y más extensos.

Más en twitter: @javierfumero

 
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