Javier Fumero

Uso y abuso de Greta

Greta Thunberg
Greta Thunberg

A los niños y a los jóvenes hay que protegerlos. Lo sabe hasta el ministro Alberto Garzón, que en una de sus pocas iniciativas desde que fue investido ministro, ha promovido –como desperezándose- restricciones publicitarias para productos con azúcares dirigidos a menores. Tiene su lógica. Porque los más pequeños necesitan tiempo para formarse, aún no tienen herramientas suficientes para discernir, les falta experiencia y capacidades. Son especialmente frágiles. De hecho, una sociedad sana se jacta de resguardar muy bien esa virgen potencialidad.

Defender este modo de actuar no es apostar por un paternalismo intrusivo. Como darle compota a un bebé en vez de chuletón será siempre más sensato que lo contrario. Ya tendrá tiempo (estómago y dientes) ese “proyecto de hombre” para hacerlo más adelante en condiciones y tomarse cumplida venganza de la espera. No hay prisa.

Por eso mismo duele ver lo que ha pasado con Greta Thunberg. La activista medioambiental sueca ya tiene 18 primaveras, pero lleva años convertida por algunos en símbolo de la lucha contra el cambio climático. Hasta fue designada “persona del año” en 2019 por la revista Time. Qué cosas.

Padece síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista, y cuentan que hace poco ha abandonado el hogar familiar para irse a vivir sola a un apartamento acompañada de unos cuantos perros. Asegura que viste con ropa que le prestan personas de su confianza. Ahora va por las cumbres mundiales soltando tacos y cantándole supuestamente las cuarenta a los políticos. Ha hecho famoso ese “bla, bla, bla” que provoca hasta un poco de repelús.

Insisto en la idea. No digo que no tenga derecho a decir lo que le parezca. No digo que no tenga razón: a nuestros representantes públicos se les va la fuerza por la boca en eso de velar por el cuidado de nuestro planeta. No digo que no sea importante que haya voces originales que sean como aldabonazos y proclamen a los cuatro vientos que esto tiene que cambiar.

Digo que a esta chica habría que haberla protegido un poco más. Mucho me temo que, de aquí a unos años, la veremos convertida –Dios no lo quiera- en un juguete roto. Los adultos seremos los culpables si eso sucede.

Más en twitter: @javierfumero

 
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