Javier Fumero

Les voy a contar un secreto: nos mienten

Una de las últimas 'fake news' descubiertas por la unidad de la UE contra la propaganda rusa.
Una de las 'fake news' descubiertas en 2017 por la unidad de la Unión Europea contra la propaganda rusa.

Vuelve estos días a primer plano el debate sobre la postverdad y las fake news. Y me parece muy bien. Se acerca un intenso periodo electoral, con dos potentes jornadas electorales a la vuelta de la esquina, y es lógico que volvamos a debatir sobre el uso de la manipulación como arma de destrucción masiva.

Yo quiero poner el énfasis en uno de los asuntos que considero más importantes a la hora de abordar este fenómeno: la lucha contra la mentira, en general.

Los bulos, la desinformación, las medias verdades son utilizadas por personas sin escrúpulos que no tienen reparo en distorsionar la realidad con tal de lograr su propósito. Para ellos el fin justifica los medios. Confunden, distorsionan, engañan… con tal de proteger lo que consideran un bien mayor.

Después, cuando toca salir a la calle, se usan datos personales sin permiso, se intenta influir en los estados de ánimo de forma subrepticia, se difunden bulos interesados, se intoxica sin rubor para desacreditar al rival… y así todo.

Pero lo que algunos quizás no conozcan tanto es cómo se vive este fenómeno de puertas para adentro, desde un medio de comunicación que intenta sacar a la luz cada día un buen puñado de noticias propias. ¿Con qué nos encontramos en no pocas ocasiones? Con la mentira.

No hablo de teorías, se lo aseguro. De hecho, hoy voy a concretar un poco.

En los últimos siete días, tres personas relevantes –dos del mundo de la política y otro del sector de los medios de comunicación- han faltado a la verdad a periodistas de este medio de comunicación. Fueron preguntados por alguna cuestión que se iba a publicar y frenaron (al menos, inicialmente) la noticia negando unos hechos que después se han demostrado ciertos.

Tres, en una semana. Advierto para quien no esté en el ajo que esta práctica tampoco es algo nuevo. El que lleve años trabajando en el sector de la comunicación sabe que “con estos bueyes hay que arar”. Siempre han existido los desmentidos en falso.

Sin embargo, a mi me llama la atención el número, la frecuencia. Y el contraste con la especialidad sensibilidad que existe ahora para evitar –insisto: con buen criterio- la difusión pública de bulos y mentiras.

 

En el ámbito individual, privado –el primer umbral de la actividad personal-, también debería existir tolerancia cero para el infundio. Es más: mientras ahí no se viva la sinceridad, difícil será conseguirla en la vida social. ¿No les parece?

Más en twitter: @javierfumero

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