Javier Fumero

Vuelve prontito, Soraya

Soraya Sáenz de Santamaría, en su discurso a los compromisarios.
Soraya Sáenz de Santamaría, en su discurso a los compromisarios del pasado mes de julio.

En la vida política de Soraya Sáenz de Santamaría hay muchos momentos dignos de mención. Yo me voy a fijar en tres. No son igual de importantes pero sirven para ilustrar al personaje precisamente hoy, un día después de que haya anunciado su retirada.

En primer lugar me quiero detener en su desempeño como ministra portavoz del Gobierno. Lo he dicho en alguna otra ocasión: Soraya pasará a la historia como la mejor portavoz que ha tenido un gobierno español en democracia.

Ser la cara del Gobierno es una misión de alto riesgo, con muchas aristas, un desafío político del que muy pocos pueden gloriarse de haber salido indemnes. Tiene un impacto inmediato. Salir todos los viernes del año a radiar las principales medidas del Gobierno es como una gota malaya. Constante, implacable, tenaz.

Insisto: esto tiene un efecto perverso. Si no sales airoso del envite, si tus patinazos son frecuentes, si tu actuación es deficiente, no hay forma de evitar el chaparrón.

Pero los obstáculos para realizar desde esa atalaya un papel digno son enormes. Porque el presidente del Gobierno puede escurrir el bulto: elige los temas sobre los que habla y los que no, hace mutis por el foro y sale de foco cuando lo desea. Pero el portavoz del Gobierno no tiene escapatoria. Ahí está cada viernes y ahí se le espera, al final de la semana, teniendo que responder a todo lo que se tercie, a todo sin excepción: violencia de género, pensiones, IPC, prima de riesgo, pitos al Rey, Urdangarin, las black, corrupción en tu partido: Bárcenas, Gürtel…, cláusulas suelo, máster de Casado... A todo. No hay dolor.

Y ella pasó por allí sin una herida, sin un rasguño. Cuatro años más uno a la intemperie y apenas se recuerda un titubeo. Nada.

En segundo lugar recuerdo un viaje de la vicepresidenta del Gobierno a Alemania, en 2013. Rajoy la envió dos días para ‘vender’ las reformas del Ejecutivo, primero en un acto con Ángela Merkel y después, en la ZDF, una de las televisiones públicas del país teutón.

A raíz de aquella visita, el semanario Der Spiegel publicó un artículo titulado “¿El sucesor de Rajoy? La mujer más poderosa de la política española”. Lo firmaba Helene Zuber y analizaba la crisis política que vivía entonces el PP a raíz del escándalo por la financiación ilegal del partido.

Su tesis era la siguiente: Sáenz de Santamaría era la dirigente conservadora mejor posicionada para un posible relevo del presidente del Gobierno porque había conseguido mantener “limpio” su nombre.

Der Spiegel añadía algunos detalles más: esta "abogada bajita, a menudo con tacones, es ya la mujer más influyente de la política española”. Fue una niña “poco habitual”, que “estudiaba cada día, incluso en vacaciones” y que se licenció la primera de su clase. Su buena memoria, su voluntad de trabajo “que lleva hasta la extenuación” y su tenacidad eran otras cualidades alabadas por la redactora de la revista. La mano derecha de Rajoy –concluía la revista- es “una de las pocas personas en el Partido Popular que, hasta la fecha, ha quedado libre de cargos en todas las acusaciones de corrupción”.

 

Sin comentarios.

Termino, en tercer lugar, con una anécdota que narró la propia Soraya a la directora de la Revista Yo Dona, cuando la entrevistó para el número de diciembre de 2015. Describía la vice lo difícil que resulta a los políticos conciliar la vida profesional con la familiar, adecuando por ejemplo su agenda al calendario escolar.

Hay días, explicaba, que el Ministerio de Presidencia se llena de niños, también de los funcionarios varones, que deambulan por las dependencias con toda la naturalidad del mundo.

-- Mi hijo, cuando lo dejo atado en la sillita para que lo lleve su padre al colegio, me dice: ‘Vuelve prontito, mamá’”.

Y añadía el siguiente relato:

-- “La verdad es que yo soy poco de cenas. Me pasa como al presidente del Gobierno (Rajoy): siempre muy limitadas. Pero por casualidad mi marido y yo habíamos tenido algunas, y también viajes. Y llega mi hijo, que ahora tiene cuatro años pero entonces dos y pico, y dice: ‘Vamos a jugar a algo, a que yo me voy de cena y tú te quedas en casa. Y lloras’. Y pensé, ¡tela!”.

Soraya se ha ido… no muy bien. Mucho se quejan de que no se haya despedido personalmente. Ahora tendrá tiempo para cenar en casa. Lo hizo muy bien como ministra portavoz. Sedujo a Angela Merkel y algunos periodistas alemanes. Pero no logró convencer mayoritariamente a su partido de que era la persona más idónea para dirigir los destinos del Partido Popular.

Hay quien barrunta que estará ahí, a la expectativa, para volver prontito. Veremos.

Más en twitter: @javierfumero

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