José Apezarena

Albert Rivera tiene dientes y los enseña

Albert Rivera sigue representando el ochenta o noventa por ciento de la imagen de su partido, Ciudadanos. Que, por eso, desde el punto de vista electoral depende de él de forma casi absoluta. Tan es así que, en las pasada elecciones, quienes eligieron la papeleta de C's en el fondo buscaban votar a su líder, que es a quien conocían.

El presidente de Ciudadanos está al tanto de tal realidad. Es consciente de lo mucho que se juega el partido en cada actuación suya, con cada declaración y  en cada debate. Como ha ocurrido, por ejemplo, en los dos cara a cara que ha mantenido con su principal rival desde el punto de vista generacional y de nuevos partidos: Pablo Iglesias.

Rivera tenía poca costumbre de fajarse en serio, de debatir a cara de perro. O al menos no lo demostraba. Al contrario, a base de esfuerzos de racionabilidad y moderación, hasta había acumulado una imagen de "buen chico", de persona razonable y correcta, la de quien no dice una palabra más alta que otra, la del que nunca ha roto un plato. Pero eso ha empezado a cambiar.

Va aprendiendo a devolver golpes, como mostró ya en el Congreso, cuando Pablo Iglesias lanzó lo de "cuñadismo" y Rivera respondió diciendo que Podemos se dedica a colocar amigos “y novias".

Pero se visualizó de forma más clara en ese último encuentro con el líder de Podemos, el domingo, en el Salvados de Jordi Évole. El número uno de Ciudadanos respondió a los golpes bajos con golpes bajos y las palabras gruesas con palabras gruesas y tono de voz. Lo hizo cuando denunció la verdadera ideología de Podemos, que pretenden camuflar con eslóganes vacíos y palabras bonitas. E insistiendo en poner diana en la sospechosa financiación del partido.

Aprovechó bien las vergüenzas que ahora asaltan a las gentes de Podemos por su vinculación con la bolivariana Venezuela. Planteó directamente a Pablo Iglesias: ¿No pensáis hacer nada por los presos políticos en Venezuela? Iglesias se empeñaba en no contestar, y Rivera no soltaba bocado. Por tres veces le repitió el interrogante, aunque, eso sí, en ninguno de los intentos logró respuesta de su rival, que se refugió en el silencio. Un silencio, sin embargo, que resultó incluso más atronador que si hubiera respondido algo.

Rivera mostró que él también tiene dientes y puede morder.

Hay que admitir, no obstante, que en ese debate concreto jugó con ventaja. Pablo Iglesias acudió con un brazo amarrado a la espalda porque, hoy por hoy, de cara a las inminentes elecciones, Podemos y su líder han optado por la táctica del buenismo. Un camuflaje que busca no provocar miedo a los ciudadanos y posibles votantes, como fórmula para pescar en las más amplias capas sociales.

Los dientes que ha empezado a enseñar Albert Rivera quizá procedan de que está perdiendo el miedo a equivocarse. O tal vez de que no le queda otro remedio. Quizá tiene que ver con el sorprendente dato de que las encuestas le dan la espalda. Todas las de este fin de semana anunciaban un retroceso en votos y escaños. Y necesita resucitar a su clientela. Aunque sea alzando la voz. Y enseñando los dientes.

 

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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