José Apezarena

Alternativa del diablo para La Zarzuela

La imputación de la infanta Cristina por el juez José Castro abre un panorama verdaderamente endiablado para la Familia Real.

Si en efecto la hija del rey resulta imputada, y tiene que presentarse a declarar como tal ante el juzgado, con la cobertura mediática que eso tendría, se dibujará un escenario demoledor para la institución.

Pero si se presenta recurso ante la Audiencia de Palma, y está falla, como ya hiciera la vez anterior, que el escrito del magistrado no aporta fundamento suficiente para la imputación, previsiblemente las reacciones serán también terroríficas.

No es difícil imaginar la cascada de opiniones y críticas que insistirán en que la decisión de la audiencia se ha visto obstaculizada, condicionada y mediatizada por la presión de los poderes, singularmente por la Casa Real. Una posibilidad que igualmente aterra en La Zarzuela.

No faltan quienes, argumentando una supuesta buena intención, han aconsejado que no se recurra el auto del instructor y que, al contrario, la infanta Cristina testifique voluntariamente, porque así contribuiría a aclarar definitivamente su inocencia. La justificación es: ir a declarar no supone nada.

La afirmación no parece del todo correcta. Comparecer a declarar ante un juzgado no constituye asunto intrascendente, sino todo lo contrario. Lamentablemente, en este país la 'lectura' que se realiza suele ser mucho más cruda, en la línea de 'si le ha llamado el juez, algo habrá hecho'.

Que algo de razón tengo se fundamenta en una decisión del mismísimo Tribunal Supremo, que decidió que Felipe González no testificara sobre el 'caso GAL' y sobre quién era 'míster X'. El argumento de los jueces fue que, si se le sentaba en el banquillo, quedaría 'estigmatizado'. Y no compareció.

Lo estableció el Tribunal Supremo.

 
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