José Apezarena

Cataluña, un 23-F para Felipe VI

Poco después de la llegada al trono de Felipe VI, un prestigioso analista, experto en asuntos monárquicos, me comentó que, para garantizarse un reinado sólido, estable y con futuro, el nuevo rey necesitaba "ganarse" el trono, como antes lo había hecho su padre.

Según ese personaje, el procedimiento más seguro era el trabajo de cada día, la ejemplaridad de su comportamiento, los pequeños y continuos detalles de servicio, la capacidad de sintonizar con los ciudadanos, y, en fin, demostrar que la monarquía es útil al país. Pero, añadió, se trata de una vía quizá demasiado lenta.

Por el contrario, otra solución era que Felipe VI protagonizará una actuación muy extraordinaria con ocasión de algún acontecimiento singular, de un reto colectivo al país, de una emergencia nacional. Recuerdo que citó expresamente el problema de Cataluña, diciendo que podía convertirse en una oportunidad para asumir un liderazgo singular, dada la gravedad del desafío.

Lo resumía afirmando que el nuevo rey "necesitaba un 23 F", como el que su padre tuvo que afrontar en 1982.

Leo ahora que rey Felipe VI podría dirigirse a la nación tras el 1-O, en un discurso institucional, para reivindicar el respeto a la Constitución como pilar básico de la convivencia democrática y proclamar la unidad de España frente a la amenaza independentista.

Se añade que es una de las posibilidades que baraja la Casa del Rey, a fin de respaldar la actuación del Ejecutivo y de la Justicia en su intento de frenar una declaración unilateral de independencia de Cataluña. Pero, eso sí, siempre y cuando tenga el visto bueno del presidente del Gobierno, como establece la Constitución.

Sería una imagen simbólica, que rememoraría la de su padre, en Televisión Española, para oponerse al intento de golpe de Estado del 23-F.

A pesar de los más de tres años transcurridos desde la llegada al trono, la Casa del Rey ha actuado hasta ahora con evidentes pies de plomo, con una prudencia extremada, que algunos han considerado excesiva, consecuente con la regla de oro de su Jefe, Jaime Alfonsín: "Lo más importante, no equivocarse".

Dicho esto, me parecería normal que en La Zarzuela considerasen todos los posibles escenarios en relación con el desafío de Cataluña (y con otros, por supuesto). Cosa distinta resultaría incomprensible, cuando no suicida.

 

Y que, en consecuencia, analizarán cuál tendría que ser la reacción en cada uno de ellos. Por eso, considero más que probable que hayan manejado la opción de un discurso solemne en relación con Cataluña, si la gravedad de los acontecimientos lo aconsejaran.

De todas formas, no tengo tan claro que a Felipe VI le convenga un 23 F. Primero, porque a lo mejor no le interesa vincular su imagen con aquel amargo episodio, a pesar de que al final saliera bien. Y segundo, porque actuaciones excepcionales pueden provocar resultados excepcionales... también negativos.

Además, tengo mis dudas de que en La Moncloa les pareciera bien tan excepcional iniciativa del monarca.

Pero todo es posible. Más aún si lo de Cataluña se convirtiera de verdad en un 23-F. Que creo (y espero) que no ocurrirá. Por el bien de todos. También de los catalanes, por supuesto.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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