Cristóbal Montoro, el simpático
La verdad es que Cristóbal Montoro nunca ha hecho el menor esfuerzo por caer bien, ni por ser simpático.
A lo mejor con razón, porque, ser ministro de Hacienda y pretender caer bien (ganar simpatías) son objetivos incompatibles. No se recuerda un solo titular de esa Cartera que les haya caído bien a los españoles. Aunque es cierto que en su caso él tampoco se esmerado nada. Todo lo contrario.
Ahora, Montoro lo está pasando un poco peor. Por varios motivos. Primero, la sentencia del Tribunal Constitucional que ha desautorizado su amnistía fiscal. Algunos analistas y políticos consideran que tal varapalo debería haber sido motivo suficiente para una dimisión o un cese.
Después, su nombre ha aparecido en el sumario judicial abierto al despacho Equipo Económico, que él fundó en su día, del que se desvinculó cuando volvió al ministerio, y que esta siendo investigado por tráfico de influencias. También por este motivo se demanda su salida del ministerio de Hacienda.
Y, además, acaba de ser reprobado por el Congreso de los Diputados. Esto último, la reprobación, me parece que no tiene demasiada importancia, porque se trata de operaciones políticas discutibles y solo para la galería.
Sin embargo, tras la reprobación, el PSOE se ha negado a negociar con él el techo de gasto. No lo acepta como interlocutor. Eso sí puede ser un problema.
En fin, que Montoro está de nuevo contra las cuerdas. Otras veces se ha encontrado así, pero no con tantos frentes a la vez.
Dicen, pues, que la cabeza le huele a pólvora, que tiene los días contados, que esta vez sí…
Sin embargo, el ministro de Hacienda cuenta a su favor con el apoyo, y hasta el agradecimiento personal, del presidente del Gobierno, que no olvida los buenos resultados de su gestión en el ministerio, pero sobre todo que él nunca le ha traicionado en los momentos malos.
Así que el destino de Montoro será el que quiera Mariano Rajoy. Quien, por cierto, está acostumbrado a aguantar ministros abrasados. Lo ha demostrado en otras ocasiones anteriores.
Cristóbal Montoro, que no es muy simpático, ni pretende serlo, en este caso tiene lo más necesario: el apoyo del presidente. Será él quien decida.
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