José Apezarena

En España, corruptos somos (casi) todos

Acaba de saltar a las portadas la noticia de la compra de un partido de fútbol de la Tercera División valenciana, el que enfrentó al Club Deportivo Acero y el Recambios Colón, que ganaron estos últimos por 0-1 y con ello salieron de la zona de descenso.

El portero ha contado que le ofrecieron 500 euros por dejarse meter un gol. Aunque por lo visto lo que estaba en juego no era tanto la posición en la tabla cuanto ganar dinero gracias a una apuesta imposible. Por cierto que autoridades judiciales y policiales han advertido de que las apuestas on line se están convirtiendo en el principal escenario de delincuencia a nivel mundial porque mueven miles de millones de euros.

Lo del partido amañado me da pie a comentar un artículo titulado La atmósfera viciada de las pequeñas corrupciones, que viene a concluir que la corrupción reinante en España no se limita a los políticos, sino que en el país existe corrupción que afecta, en diversa medida, a prácticamente todos los ámbitos de la sociedad.

Cierto es que las tramas de corrupción destapadas han extendido la convicción de que “los políticos roban mucho”: el 47,5% de los españoles consideran que el segundo mayor problema del país es la corrupción según el barómetro de febrero del CIS. Pero no se miran a sí mismos.

El autor del artículo va citando algunas de las fallas éticas que presenta este país. Una, el elevado fraude fiscal. La Agencia Tributaria obtuvo el año pasado una cifra record en su acción inspectora: 15.600 millones, de los que cuales 8.300 proceden de la lucha contra el fraude. El 44% de la deuda liquidada corresponde a grandes contribuyentes, pero el 66% restante no.

Recuerda el fraude en la cadena de clínicas Vitaldent, y el blanqueo de cientos de millones procedentes de una red de prostíbulos por toda España detectado en la operación “Pompeya”, "un volumen de negocio que indica una nutrida clientela no muy preocupada por la ética". Además de los expedientes a los grandes productores cárnicos, añado yo.

Habla de la "capilaridad de las pequeñas corrupciones", que contribuye a crear una atmósfera viciada. Por ejemplo, 6 de cada 100 siniestros registrados por las compañías de seguros fueron un intento de fraude, según un informe de Línea Directa, con un coste que alcanza los 1.190 millones de euros. Entre los engaños, siete de cada diez están relacionados con el seguro del automóvil. Según una encuesta realizada en diciembre, nueve millones de conductores justifican este tipo de actuaciones con excusas como “hay delitos mucho peores y no se persiguen”, “las aseguradoras  ganan mucho dinero y cobran muy caro”…

Tampoco el mundo de la cultura, tan crítico con el poder corrupto, queda exento. A finales de año los inspectores del Ministerio de Cultura descubrieron la trampa de productores, distribuidores y exhibidores que inflaban las cifras de espectadores de películas españolas para conseguir la subvención. Aunque el mundo del cine podría hablar de las descargas ilegales en Internet, en las que España ocupa puestos de liderazgo.

Volviendo al fútbol, hay directivos encausados por ocultar dinero de fichajes, jugadores denunciados por fraude en los derechos de imagen, deudas millonarias de los clubes con la Seguridad Social y Hacienda, recalificaciones de terrenos con las que los clubes encontraron una vía para solucionar sus problemas de liquidez en compadreo con los ayuntamientos…

 

Sin hacer un inventario de prácticas irregulares, la realidad es que las corrupciones y corruptelas no son una exclusiva de los políticos, sino que el conjunto del tejido social necesitaría una recuperación ética. Porque la llamada a la regeneración democrática no se va a resolver con un cambio en la esfera política, si no cambian también los comportamientos individuales. Pues eso.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena


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